Capítulo 31

2K 116 126
                                    

A la salida de la universidad, mientras enviaba un mensaje a Sebastián avisándole que iría al shopping a comprarme un vestido para la fiesta de Chiara, Gilda se acercó hacia mí para disculparse por los malos tratos que tuvo conmigo tras no haberle...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A la salida de la universidad, mientras enviaba un mensaje a Sebastián avisándole que iría al shopping a comprarme un vestido para la fiesta de Chiara, Gilda se acercó hacia mí para disculparse por los malos tratos que tuvo conmigo tras no haberle conseguido el trabajo a Denis, quien también estaba presente y me aseguró que nunca se enojó conmigo, sino que Gilda había tenido un brote de preocupación y enojo que no supo controlar. Recibí las disculpas y yo di las mías a Denis.

—¿Te gustaría que hiciéramos algo? Podríamos hablar del trabajo que tenemos que presentar al profesor Pérez—propuso Denis, sonriente.

—Estaba por ir a hacer unas compras, tengo un cumpleaños esta noche y no tengo nada para ponerme—contesté con pocos ánimos. Quería pasar una tarde con ellas y charlar de cualquier cosa que no se relacione con nuestros problemas personales, pero lamentablemente mi vida estaba girando alrededor de los Beltrán y no podía desviarme a otro punto que no fuese ese.

—Podemos acompañarte. Si gustas—agregó Denis, sin quitarse aquella resplandeciente sonrisa del rostro.

—Sí—asentí con la cabeza, emocionada ante el plan—. Me gustaría.

Hacía años que no tenía una tarde de compras junto a un grupo de amigas. Mis diecisiete años habían sido el punto final a mi vida social, a mi grupo de amigos, a mi mentalidad adolescente, a mis caprichos, a mi inocencia, a aquella etapa que todos recuerdan con nostalgia y yo solamente quería olvidar.

Viví situaciones que me empujaron a crecer de repente; pasé de llorar por una pelea de amigas a llorar frente a un juez y un policía, pasé de exigir que me regalen una prenda de ropa a pedir por justicia y verdad, pasé y sobrepasé, y ya estaba cansada de seguir con aquel círculo vicioso que nunca terminaba.

Hoy había sido diferente. No estaba sola, tenía a dos chicas que parloteaban sobre moda, se reían, bromeaban, sonreían y charlaban sobre cualquier cosa que me ayudaba a salir de dicho círculo.

—¿Podrás pagarlo? —inquirió Gilda, mirando atentamente mi reflejo en el espejo del vestidor.

Habíamos recorrido un total de cinco tiendas y la última me había atraído por un vestido rojo ajustado que estaba expuesto en la vidriera.

—Debe valer una fortuna—agregó—, yo podría hacerlo con una cortina y quedaría mil veces mejor.

—Me encanta cómo te queda—aseguró Denis, dedicándole una mala cara a Gilda y generándome una sonrisa a mí.

—¿¡Qué!? Es verdad, yo hago mi propia ropa—se defendió.

—Eso lo explica todo—la rebajó con la mirada.

—¡Disculpa, vomito de arcoíris! —le señaló la falda de color fucsia que ajustaba una blusa turquesa con cuello de marinero.

—¡Sombra de coliseo! —contratacó, haciendo referencia a los pantalones negros y rajados de Gilda, los cuales había combinado con una musculosa negra y unas botas con tachas.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora