Capítulo 30

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"No me lo podés negar, sabes que necesito ir", me había dicho Nadia antes de que mi abuela volviera a la casa con la cena lista

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"No me lo podés negar, sabes que necesito ir", me había dicho Nadia antes de que mi abuela volviera a la casa con la cena lista.

Lo que Bolton aún no entendía era que, en realidad, estaba negado a perderla, a dejarla ir una vez más, porque, aunque supiera que estaba preparada para enfrentarse a Sam y sus colegas, yo no estaba preparado para soltarla dentro de un terreno tan peligroso.

Cuando desperté a comienzos del mediodía, mientras el reloj indicaba las doce, me encontré en una cama vacía, con la habitación oscura, y sin indicios de Bolton. Rápidamente me levanté de la cama, reconociendo que estaba fuera de horario y ya no podría acompañar a Nadia a la primera audiencia que le confirmó Allende en la comisaría, y corrí hacia la cocina con las esperanzas de encontrar a Bolton almorzando. Sin embargo, me recibió mi abuela, quien leía un libro de psicología y tenía una taza de té consumida por la mitad en la mesa.

—Sebas, ¿pasó algo? —se preocupó Ester en el momento que me observó por encima de sus anteojos de lectura.

—¿Sabés algo de Nadia? —logré preguntar mientras me acercaba a la mesa de la cocina.

—Pensé que estaba durmiendo con vos—contestó, cerrando su libro y quitándose los anteojos—, ¿no dejó una nota?

—N-no—tartamudeé, nervioso—, nada.

—Tranquilo, tal vez salió.

—No la escuché salir—la contradije, comenzando a dar vueltas sobre mi lugar—, no me desperté, me quedé dormido, yo...

—Sebastián—se incorporó de su silla, relajada—, has tenido una semana agotadora, estás en un total derecho de dormir y descansar, los asuntos de Nadia son los asuntos de Na...

—¡Abuela, los asuntos de Nadia me interesan y quiero ayudarla! —me giré hacia ella, furibundo—, ¡tus problemas desaparecieron desde que la expusiste a Sam y ahora todo es un riesgo para ella!, ¡si no te importa el hecho de que ahora podrían estar siguiéndola en las calles me parece perfecto!, ¿¡pero sabes qué!? ¡a mí sí me importa!

—Bájame la voz—me señaló con reproche—, merezco respeto.

—¿Después de lo que le hiciste a Nadia y a mí en el desayuno de ayer? —inquirí con calma, cruzándome de brazos—. Eso no fue respeto, entiendo que tampoco tuvimos la consideración de limitarnos sabiendo que estábamos en tu casa y no era el lugar correspondiente, pero ayer te pasaste, y lo sabes perfectamente.

—Reconozco que estuve mal y lo lamento—admitió sin titubeos.

—Laméntate con Nadia, porque anoche en la cena no lo hiciste.

—Está bien.

El sonido de la puerta principal abriéndose se convirtió en el centro de mi atención. Corrí hacia la sala principal dejando a mi abuela atrás y sentí un poderoso escalofrío recorriéndome el cuerpo en el momento que mis ojos chocaron con una larga cabellera dorada que cubría la espalda de quien había considerado desaparecida.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora