Capítulo 18

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—¿No te parece poco profesional salir con tu jefe? —le pregunté a Mecha mientras secaba una de las tazas de café recién lavadas

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—¿No te parece poco profesional salir con tu jefe? —le pregunté a Mecha mientras secaba una de las tazas de café recién lavadas.

—¿No te parece que estuviste para el orto cuando te enojaste porque tu novia se sacó una cadenita de mierda en un mal momento? —me preguntó con un tono dulce e irónico mientras enjuagaba otra taza de café.

—¿Leíste el diccionario que te presté? —la miré de reojo, haciendo referencia al vocabulario inapropiado que utilizaba.

—Lo usé para el fuego del asado que hicimos el domingo con mi familia—me extendió otra taza, dedicándome una sonrisa plena y sarcástica.

—Te compraré otro—recibí la taza.

—Las pelotas. —Cerró la canilla y se giró hacia mí después de limpiar sus manos mojadas en el delantal negro que se ajustaba alrededor de su cintura—. No leí el contrato de mi trabajo, menos voy a leer un diccionario.

—¿Firmaste un contrato sin leerlo? —fruncí el ceño, desaprobando la acción arriesgada que llevó a cabo Mecha.

—Estaba embobada con mi jefe—me sonrió otra vez, llevándose las manos a las caderas.

—Está viejo—hice cara de asco, concentrándome en secar los platos de cerámica blanca que había apilado Mecha a un costado de la mesada.

—Tampoco para tanto.

—Podría ser tu papá—confesé, sonriéndome ante la cara de indignación de Mecha.

—¿Cómo...?

—Viejo pedófilo...—susurré, dejando el plato secado a un costado y agarrando otro de la pila.

—¡Gastón! —me empujó con rabia, ofendida ante mi comentario.

—¡El plato! —grité en cuanto la pieza de cerámica voló de mis manos y estalló contra el piso.

—¡Se lo voy a decir al jefe así te baja el sueldo!

—¿¡Cómo te atreves!? —la señalé, con los ojos amplios—, ¡entonces yo le voy a decir a tus papás que te andas revolcando con un viejo de ochenta años!

—¡Tiene cuarenta y parece de treinta!

—¡Tiene ochenta y parece de cuarenta! —la contradije, caminando hasta los trozos del plato roto.

—¡Tiene cuarenta, imbécil!

—¡Me importa un comino si tiene sesenta o diez años! —le grité mientras alzaba los trozos del plato.

—¡Si tuviera diez la pedófila sería yo!

—¡Pero es él!

—¿¡Y en qué mierda te afecta que esté saliendo con mi jefe!?

—¡En nada! —me incorporé, llevando el plato roto hasta la cubeta de basura—, pero yo te voy a tener que bancar cuando vengas llorando, diciendo que tus papás están decepcionados de que su hija más preciada ande con un viejo forrado en plata que está por jubilarse. O, ¡peor aún! Vas a venir deprimida porque el jefecito te dijo que no podía estar con una pendeja que sólo le dio buen sexo y nada más.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora