Capítulo 35

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Limpié el espejo empañado con una toalla y me fijé durante unos minutos en mis ojos verdes, en mi cabello mojado, en mis rasgos faciales, en mí

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Limpié el espejo empañado con una toalla y me fijé durante unos minutos en mis ojos verdes, en mi cabello mojado, en mis rasgos faciales, en mí. Tener la posibilidad de conocer a mi padre biológico me asustaba, tal vez porque lo encontrase suficientemente parecido a mí y, por lo tanto, sabría que mi identidad estaba completada por un mafioso, por un delincuente, por una mala persona. Aun así, Liceo Beltrán y su apellido eran un capítulo insignificante dentro de la historia de mi vida, mientras que el apellido Jones, el apellido del hombre que se ocupó de mí desde mi primer día de vida, llevaba un papel altamente importante en mi infancia y parte de mi adolescencia, no sólo porque formó parte de ella, sino porque me educó, me amó y me hizo feliz hasta en los peores momentos durante aquellas etapas, simplemente con el objetivo de construir la mejor versión de mí.

Me sequé el cabello con la toalla y luego me la envolví en la cintura para salir del baño y encontrarme con Nadia, quien, para mi sorpresa, no estaba en la habitación.

—¿Princesa? —la llamé, acercándome a la cama en la cual yacía su vestido rojo humedecido.
De pronto, dos brazos aparecieron a mi costado y me taparon los ojos con una tela negra, la cual me ataron con un doble nudo detrás de la cabeza.

—¿Nadia? ¿Qué haces? —me llevé las manos a la venda—, pensé que estabas enojada.

—Shhh—me susurraron cerca del oído, rodeándome la cintura y deshaciéndose de mi toalla. Estaba desnudo.

—¿Nadia? —llegué a pronunciar antes de que su mano llegara más allá de mi pelvis.

—Ajá—murmuraron antes de besarme el cuello.

—Genial—musité, cerrando los ojos para gozar de su tacto.

Tras unos minutos, Nadia se detuvo repentinamente y con sus dedos trazó una línea desde mi espalda hasta mi abdomen, posicionándose finalmente frente a mí. Rodeé su cintura con una sonrisa y la pegué a mi cuerpo; sus manos rápidamente se ajustaron alrededor de mi nuca y subieron con lentitud por mi cabello, como era de costumbre, y me jaló hacia delante para besarme mientras me conducía hacia la cama.

—Amor—susurré sobre sus labios cuando caímos juntos al colchón—, ¿ahora mi castigo es no poder verte ni escucharte? —sonreí—, es ridículo—concluí antes de que ella volviese a besarme los labios, de donde descendió hasta mi clavícula.

Subí mis manos por sus piernas paulatinamente y terminé en sus retaguardias expuestas, las cuales apretujé con fuerzas luego de que ella volviese a corresponderme un beso apasionante. No obstante, no di por desapercibido la manera en la que me besaba o la manera en la que me tocaba, una manera completamente diferente a la que realmente aplicaba. Nadia era dulce, lenta, pero fogosa. Aquel beso era dominante, rápido e impulsivo.

Algo está mal, pensé finalmente.

Siguiendo con el beso para evitar levantar sospechas, ascendí mis manos por su cintura, recorrí su espalda, y llegué hasta sus hombros.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora