De pronto me encontré en medio de una sala oscura, vacía, silenciosa, y cargada de una neblina que me evitaba ver con claridad. Intenté avanzar, pretendiendo buscar algún indicio familiar en mis alrededores que me ayude a ubicarme, sin embargo, no logré hacerlo, estaba atascada en mi lugar.
"Sebastián está metido en asuntos de los que necesito alejarte", escuché a mis espaldas la voz de mi madre.
Me volteé con un nudo en la garganta y entrecerré los ojos para aclarar mi panorama. Primero reconocí el esbelto cuerpo de mi madre y luego registré el de Sebastián, quien estaba frente a ella, inmovilizado, con las manos en la espalda, sujetadas.
Quise dar un paso adelante, pero no conseguí si quiera pronunciar palabra. Fue como si estuviera censurada.
"Sebastián está metido en asuntos de los que necesito alejarte", repitió nuevamente, levantando lentamente su brazo derecho, hasta dejar a vista el arma que sostenía en su mano.
El corazón se me paralizó por un segundo y volvió a bombearme con un frenetismo que no conseguí dominar en absoluto. Me sentía angustiada. No podía moverme, no podía gritar, no podía actuar. Era un censura de la que necesitaba deshacerme antes de que fuese demasiado tarde.
Lloré, afligida, como la única opción entre ninguna que tenía.
"Sebastián está metido en asuntos de los que necesito alejarte", dijo nuevamente, esta vez con la voz a un volumen más alto, mientras jalaba lentamente del gatillo del arma.
—¡No! —grité, irguiéndome sobre mi posición.
—¡Ey, ey, ey! —se acercó rápidamente Sebastián, con un gesto preocupado—, ¿qué pasa? ¿por qué lloras?
Miré a mi alrededor, confundida, y tanteé mis mejillas con los dedos de mis manos para remover las lágrimas que aun caían entre mis sollozos desconsolados. Volví a centrarme en Jones y, una vez que me encontré con el verde de sus ojos, me lancé a su brazos y lo abracé con fuerzas, negada a dejarlo ir o soltarlo.
—¿Qué pasó? —preguntó él cerca de mi oído.
—Una pensadilla. Una pesadilla horrible—susurré, ajustando mis brazos alrededor de su cuello.
—Está todo bien—me aseguró con dulzura, ascendiendo y descendiendo suavemente sus manos por mi espalda, como método de consolación—. No voy a dejar que te pase nada.
—No se trata de mí—me distancié para mirarlo a los ojos—, se trata de vos.
—¿Qué? —frunció el ceño, atreviéndose a llevarme un mechón de mi cabello detrás de mi oreja izquierda.
—No quiero que te pase nada, ni que te hagan nada—acuné su rostro entre mis manos—. No te quiero perder otra vez.
—Nos vamos a cuidar, juntos—sonrió, besándome la coronilla y apoyando su frente contra mía.
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Sin Rencor | COMPLETA
Teen Fiction(SEGUNDA PARTE DE "SIN LÍMITES" | SIN EDITAR) Superar tu pasado, resolver tus problemas y volver a empezar no es una tarea sencilla cuando tienes en mente a la persona que te cambió la vida. El tiempo ha cumplido su función: los recuerdos comienzan...