Capítulo 33

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Ingresé a uno de los baños de la planta baja, eché llave y saqué mi celular inmediatamente

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Ingresé a uno de los baños de la planta baja, eché llave y saqué mi celular inmediatamente. Le había prometido a mi madre llamarla para desearle feliz cumpleaños, ya que había cancelado mi viaje a su ciudad desde que Nadia me pidió que la acompañase a negociar con los Beltrán. Ella no estaba enterada y mi madre tampoco sabía las verdaderas razones por las cuales no iba al festejo de sus cincuenta años.

Eres un imbécil, habló una voz profunda de mi mente. ¿Te importa más una chica que no te ama que tu propia madre?

—Cariño—contestaron de pronto.

—Hola mamá—sollocé mientras miraba mis ojos cargados en lágrimas a través del espejo.

Dile la verdad, ¿qué pasaría si mañana su cáncer la consume? Te quedarás con la mentira pesando sobre tus hombros ¿cierto?

—Cariño, ¿qué pasó? —sonó preocupada.

—Nada—suspiré—, creí que no ibas a contestar.

—Acá estoy—me aseguró—, acabamos de cenar con la familia. ¿Cómo estás?

Mal. 

—Muy bien—me corrí las lágrimas de las mejillas—, feliz cumpleaños. ¿Cómo te sientes?

—Gracias—dijo con dulzura—. Me siento fantástica, tu abuela trajo una torta de frutillas pensando más en vos que en mí—se rio.

—Este fin de semana viajaré para allá, ¿te parece bien?

—¡Claro que me parece bien! Me encantaría verte, me quedé con las ganas.

—Yo también...—susurré.

—¿Pasó algo más, cariño?

—No, estoy excelente—insistí, impidiéndome preocuparla—. Disfruta mucho, guárdame torta ¿sí?

—No te preocupes por eso, si no sobra, tu abuela te hará otra—volvió a reírse—. Nos vemos, amor, cuidate mucho.

—Vos también. Quiero verte el fin de semana.

—Me verás, no tengas miedo.

—No. Un beso a todos, chau—corté.

Cobarde.

Salí del baño mientras me quitaba mi chaqueta de cuero y choqué repentinamente con Raúl, quien parecía haber estado esperándome hace un tiempo.

—¿Drogado? —me señaló, dando un paso atrás.

—¿Por qué? —fruncí el ceño.

—Ojos rojos y calor—cabeceó hacia mi chaqueta.

—Hay muchas luces, tengo ojos sensibles—me justifiqué—. ¿Qué estás haciendo?

—Mirando las paredes—ironizó—, estaba esperándote, me quedé solo, y al menos tenemos que estar divididos en grupos de a dos.

—¿Y Walter?

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora