—Sebastián, pensé que llegabas más tarde—reaccionó Ester, hablando a mis espaldas.
—¿Nadia? —dijo Sebastián, cerrando la puerta, ignorando a su abuela y centrándose totalmente en mí. No sabía qué estaba pensado, pero la manera en la que su pecho comenzó a subir y bajar precipitadamente mientras daba un paso atrás me hizo entender que también le costaba reencontrarse conmigo, a pesar de que a él le había tocado hacerlo de frente.
—Sebas, tranquilo—se acercó Ester hacia nosotros, preocupada.
—¿Vos la trajiste? —se dirigió a su abuela, mostrándose furioso con ella.
—Respirá, no te pongas nervioso, tranquilo—intentó calmarlo, colocándole sobre su pecho una de sus manos envejecidas.
—No—dio otro paso atrás, alejándose de ambas y llevándose ambas manos a la cabeza, sin quitarme los ojos de encima.
—Sebastián—masculló Ester, manteniéndose inmóvil en su lugar.
—¿Por qué la trajiste? —Chocó con la puerta y se deslizó por ella hasta sentarse en el suelo. Verlo tan intranquilo, nervioso y sorprendido me hizo entender que realmente le dolía verme.
Ester se acercó paulatinamente a Jones, quien mantenía la cabeza agachada, con la vista fija en el suelo y los dedos de sus manos enredándose entre las hebras de su cabello despeinado. La mujer rodeó los hombros tensionados de Sebastián y lo atrajo hacia su pecho para abrazarlo de una manera protectora, como si intentase contener la cantidad de emociones y sentimientos que habían explotado dentro de su nieto.
—Está todo bien, tranquilo—siseó la mujer, acariciando la cabeza de Jones.
—No, no, no debías traerla—susurró Sebastián con un tono sufrido, dejándome escuchar su respiración entrecortada—, ¿por qué lo hiciste?
—Por favor, necesito que hables con ella.
La escena que se desataba frente a mis ojos era sorprendente e increíble. Observar a Jones tan desorbitado, desestabilizado y algo descontrolado por simplemente verme se me hacía imposible de creer. Según Ester, había vivido parte de los años que nos mantuvimos separados como un maldito miserable y delincuente que daba todo por desobedecer la ley y su corazón. Sí, su corazón. Concluí, finalmente, que Sebastián quiso ir por mí durante aquel lapso en el que dimos por desapercibido las ganas que nos carcomían interiormente por encontrarnos el uno con el otro, y por eso mismo Jones escapó de su casa, porque sabía que si permanecía un segundo más entre cuatro paredes enloquecería, porque sentía cómo su corazón latía y exigía que busque la única persona de la que se enamoró y amó con locura. Por eso golpeaba la puerta de su habitación y lloraba recordándome, porque sus intenciones de ir detrás de mí se magnificaban con el correr de los años.
Observé en silencio cómo Ester se incorporó dificultosamente de su posición y Jones, segundos después, la imitó con desgano. Ella se alejó de nosotros y nos dejó como escenario la entrada del hogar, la cual estaba ligeramente iluminada por unos débiles rayos de sol que habían ingresado entre las pequeñas aberturas de las persianas bajadas que impedía el paso de la luz a través de los ventanales que se posicionaban a ambos lados de la puerta de entrada.
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Sin Rencor | COMPLETA
Teen Fiction(SEGUNDA PARTE DE "SIN LÍMITES" | SIN EDITAR) Superar tu pasado, resolver tus problemas y volver a empezar no es una tarea sencilla cuando tienes en mente a la persona que te cambió la vida. El tiempo ha cumplido su función: los recuerdos comienzan...