—Y yo que pensé que lo olvidaría—pensé en voz alta luego de cortar la llamada.
—¿Nadia? —se acercó Mecha hasta la mesa en la que estaba sentado, ya con su delantal en la mano y un abrigo puesto—, no tiene tan poco corazón.
—Pero está centrada en otros asuntos y era posible que lo olvidase—le contesté mientras me pasaba de una mano a otra una cajita de joyería.
—Si desconfiaras menos y no pensaras tanto la relación sería más normal, pero parecés paranoico—me reprochó Mecha, apoyando su mano sobra la mesa para llamar mi atención
—Puede que tengas razón—la miré, dejando la cajita inmóvil.
—La tengo—sonrió, dando un paso atrás—. Ya me voy, mi hermano me está esperando afuera—apuntó la puerta de salida—, recuerda que Nadia pasó por una relación complicada, es mejor que le des espacio y la entiendas—me aconsejó, dejando el delantal sobre la mesa.
—¿Vino el reemplazo? —esquivé su sugerencia.
—¿Crees que saldría de mi puesto sin antes asegurarme que mi remplazo se puso en marcha? —frunció el ceño.
—Prohibición de Mecha—la apunté con una sonrisa.
—Nos vemos—me saludó con un choque de puños.
Me volteé sobre mi silla para verla alejarse y estudié su conjunto desaliñado, de pantalones anchos con un cinturón grueso de cuero negro, borcegos marrones, y una remera que parecía habérsela robado a su hermano. Podría jurar que a veces dudaba sobre la orientación sexual de Mecha, pero luego recordaba el día que salió de la oficina del jefe con un aspecto totalmente comprometedor y se me pasaba.
—¿Puedo sentarme? —susurró una voz dulce a mis espaldas.
—Amor—volví girarme hacia el frente, sonriente.
—¡Felices cuatro meses! —sonrió con diversión, estirándose sobre la mesa y depositándome un corto beso en los labios.
—Igualmente, te esperé con ansias—la seguí con los ojos mientras ella se sentaba en frente mío.
—¿No crees que el cuatro es un número muy pequeño? —frunció el ceño, mientras apoyaba los codos sobre la mesa y el rostro entre sus manos.
—¿No crees que el amor que te tengo sobrepasa ese número? —me incliné sobre la mesa, sin dejar de sonreír.
—Supongo—se escogió de hombros.
—Estás muy linda—concluí, agarrando sus manos para apartarlas de su cuerpo y así ver parte de su torso vestido con una remera de colores pasteles—, ¿te arreglaste para mí? —volví a mirarla a los ojos.
—¿Para quién más? —entrecerró los ojos.
—Primer día de facultad—apunté.
Ella se rio, me quitó las manos lentamente y, de su mochila, extrajo una bolsa colorida de cartón para mostármela con una sonrisa divertida que me dejó atontado.
—¿Para mí? —fruncí el ceño.
—¡No, para la chica del mostrador! —exclamó irónicamente mientras largaba una divertida risa—. Sí, es para vos—me extendió la bolsa.
—Te adelantaste—sonreí, mostrándole la cajita de joyería con la que había estado jugando anteriormente—, espero que te guste.
—Igualmente—dijo con un tono apagado mientras abría la caja.
—¡Qué genia! —exclamé con alegría al encontrar la remera oficial de la selección argentina.
—Espero que sea tu talla.
—¿Cómo sabías que necesitaba una? —le pregunté mientras guardaba la prenda.
—Tenés una que llevas para jugar el partido con tus amigos y está horrible—declaró con una mueca en el rostro.
—¿Ya viste el mío? —me reí por su gesto.
Nadia fijó la vista en la cajita violeta que sostenía entre sus manos y a la cual ya le había quitado el lazo blanco que sostenía la tapa. Sus ojos tristes y aquella inexpresión en su rostro me sumió en un desconcierto, ¿no era lo que esperaba recibir? ¿Por qué estaba tan desanimada? Finalmente se acomodó en su asiento, como si buscase ánimos para enfrentarse a lo que estuviese dentro de la caja, y la abrió con delicadeza mientras sonría con dulzura. Sus ojos brillaron al encontrar una cadenita de plata, la cual había encargado hacer en una joyería para que fusionasen las iniciales de nuestros nombres.
—Es hermosa—susurró, observándola con detenimiento y acariciando el dije de oro con sus pulgares pálidos.
—Pensé hacer unos anillos, para que cada uno tenga el suyo con la inicial del otro, pero Mecha me dijo que era demasiado—me reí mientras me incorporaba de mi silla—, además, dijiste que vayamos lento.
—Me gusta muchísimo, gracias—levantó la mirada para centrarse en mis ojos amarronados que la devoraban con amor.
—¿Te ayudo? —apunté la cadenita, la cual Nadia me entregó para que se la colocase—. Te queda hermosa—dije mientras terminaba de enganchar el ganchito del collar. —Acerqué lentamente mi boca a su cuello y le deposité dos besos a la altura de oreja izquierda para luego susurrarle:— vos sos hermosa.
—Gracias—se giró para mirarme, mostrándose algo incómoda.
Me aparté de inmediato notando que no tenía intenciones de seguirme el juego, así que me senté nuevamente en el lugar que ocupé en un principio. Temía que mis actitudes no vayan acordes a lo que ella necesitaba recibir teniendo en cuenta que aun cargaba con un peso del que no podía deshacerse; el que le generó la desaparición de Sebastián. Me inquietaba no ser lo suficiente y decepcionarla. Tenía miedo de perderla, de que aparezca Jones y me la arrebate como si nada.
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Sin Rencor | COMPLETA
Teen Fiction(SEGUNDA PARTE DE "SIN LÍMITES" | SIN EDITAR) Superar tu pasado, resolver tus problemas y volver a empezar no es una tarea sencilla cuando tienes en mente a la persona que te cambió la vida. El tiempo ha cumplido su función: los recuerdos comienzan...