Capítulo 20

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Tras la sesión con Molles, encontrarme con Nadia fue desequilibrante

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Tras la sesión con Molles, encontrarme con Nadia fue desequilibrante.

A minutos de haberle confesado a Carlos que existía una chica a la que extrañaba y por la cual lloraba, nologré sincerarme con Nadia, no pude confesárselo, ni mucho menos accedí a meterme en un asunto con ella. Tal vez por rencor, tal vez por miedo o tal vez por confusión.

Mi corazón se serenaba cuando mis dedos rozaban su piel suave y lisa, tal como la seda; era inexplicable la pasividad que me trasmitía el celeste de sus redondos ojos, así como escuchar la melodía de su voz empalagosa. No había mujer en el mundo que lograra estabilizarme y poner todo mi interior en orden, en tranquilidad, y sin la necesidad de gritar o correr, como ella lo hacía. Nadia me incitaba a quedarme en mi lugar, pero cuando había alguien de por medio, mis pies me obligaban a retroceder y huir. Eso fue lo que hice. Me fui. No me arrepentía de haberla dejado atrás, a mis espaldas, con una conversación no concluida en el aire y preguntas sin respuesta alguna. Yo tampoco tenía respuestas, y no lograría dárselas a ella si ni siquiera tenía las mías.

Necesitaba aclarar mi mente, saber qué quería, qué necesitaba, y cómo quería actuar, porque si algo había decidido durante aquel tiempo en el que cantidades de cambios se amoldaron a mi personalidad era dejar de ser una persona compulsiva que actúa sin pensar y decide sin prever.

✖✖✖

En la segunda cuadra decidí tomar un taxi para llegar a horario al gimnasio, era mi primer día de trabajo y, a pesar de que el hermano de Raúl me había contratado, quería hacer las cosas bien y cumplir con mis deberes. Lamentablemente no tuve la oportunidad de estudiar alguna carrera en la universidad, no me sentía en las condiciones para empezar una, ni tampoco tenía alguien o algo que me incentive a construir un futuro, el cual ya veía perdido y oscuro. Sin embargo, para mi fortuna, pasé parte de mi adolescencia dedicándome a hacer rutinas y ejercicios con el fin de tonificar, formar y fortalecer mi cuerpo, aprendí a lo largo de aquellos años cantidades de conocimientos que me ayudaban a mantenerme y seguir ejercitándome desde casa, y eso mismo era lo que había llevado a Walter, el hermano de Raúl, a contratarme.

Llegué a la cuadra del gimnasio en pocos minutos, pagué lo que le debía al conductor y salí del vehículo chequeando la hora en mi celular. Estaba a tiempo. Ingresé al lugar con una sonrisa y me acerqué al mostrador que se situaba frente a la esquina de dos paredes. Allí estaba Walter, quien se encargaba de rellenar unos papeles de una planilla.

—Hola—lo saludé en cuanto levantó la vista, percatándose de que alguien estaba enfrente suyo.

—¡Sebas! —exclamó con entusiasmo, incorporándose de su silla y rodeando el mostrador para acercarse hacia mí—. ¿¡Cómo estás!? —me palmeó el hombro derecho—, ¡hace mucho que no te veo! Estás más fachero—se rio, apretándome el hombro.

—Acá andamos—me sonreí, fijándome en las gotas de sudor que goteaban de su cabello azabache ondulado. Seguramente se había estado ejercitando junto a algunos alumnos de la clase—, intentando seguir adelante, tuve que darme un tiempo, pero ya volví—le aseguré, asintiendo con la cabeza y esta vez centrándome en sus ojos marrones oscuros.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora