Los nervios aumentan a medida que avanzamos por el pasillo repleto de gente en silencio.
Me apoyo en la muleta que Bonnie consiguió con pasos torpes e inseguros.
Mi corazón se acelera cuando noto las miradas de todos los del pasillo puestas en mí y en el chico que me sigue en todo momento a mi espalda.
Sin saber muy bien si entrar o no cuando logro ver el nombre de Derek Johnson en la puerta, me detengo de golpe en frente de ella.
Trago con fuerza y examino como distracción, la chapa dorada que pone Johnson. D.H.
—¿D.H?
—Distribuciones Hamilton.
Me sorprendo al escuchar mi apellido y suspiro con profundidad.
—¿Lista?—Escucho un susurro arrastrado en mi hombro derecho y un escalofrío me recorre la espina dorsal. Se ha acercado, y por una vez agradezco su cercanía.
Asiento incapaz casi de hablar, y le dedico una sonrisa nerviosa esperando que sea él quien dé el primer paso. Y así es, por suerte.
Agarra el pomo dorado con lentitud y abre la puerta.
La figura del hombre al que no veía desde que desperté en este lugar, me da de golpe en la cara. Derek Johnson está, por fin, dispuesto a decirme la verdad.
Su postura es sencilla, con la espalda firme y con los ojos y fijos en el gran ventanal que hay en el despacho.
Está de espaldas, de pie en frente del ventanal, admirando todo sumergido en sus propios pensamientos.
Cuando se percata de nuestra presencia, nos dedica una sonrisa de oreja a oreja y nos indica que pasemos.
No es hasta que Ethan me da un suave golpe a la muleta que me atrevo a dar un paso, pero cuando lo hago ya no me detengo hasta llegar a la silla en frente de la mesa.
No sé si estoy preparada para esto, para saber la verdad. No lo estoy. Pues claro que no lo estoy, no creo que nadie lo estuviese en mi lugar.
¿Cómo demonios se puede estar preparada para salir de la burbuja de autoengaño en la que había permanecido desde que tengo memoria? Ésta en la que me engañaba intentando no atar cabos e investigar más allá de lo que se me permitía saber.
Me han engañado todo este tiempo, pero no les culpo del todo, ya que yo lo estaba haciendo conmigo misma, intentando creer que lo que pasó y lo que está pasando solo es un sueño. Una pesadilla.
—Bien—Comienza Derek.—¿Por qué no tomas asiento, Aria?—Me siento con tranquilidad, notando las manos de Ethan sujetando mi espalda cuando apoyo todo mi peso en la pierna buena.
—Quiero que vayas al grano.—Digo, justo antes de que su ceño se frunza.—No quiero pensar que no lo soportaré. Pero si no lo hago, quiero pedirte disculpas de antemano.
Una ligera sonrisa se dibuja en su rostro.
—Eres una chica muy interesante, Aria Hamilton. Lo supe desde que te vi nacer.
—¿Usted me vio nacer?
—No literalmente.—Dice.—Pero sí estuve allí cuando tu padre te vio por primera vez.
Sonrío.
—Ethan, asegúrate de que nadie nos interrumpe, por favor.—Escucho sus pasos alejándose, y me congelo en el sitio cuando sale de la sala dejándome a solas con Derek.
Un incómodo silencio se instala entre nosotros y me giro en el asiento para encararle.
—¿Cómo va tu pierna?—Pregunta y sé que lo hace para disminuir la tensión que se ha instalado entre ambos.
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GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©
Romance¡YA DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN EBOOK! Publicación en Amazon, ya a la venta. La familia de los Hamilton esconde un gran secreto. Uno que Aria, la más joven del linaje, desconoce. La vida de la pequeña de diecisiete años había sido un completo mister...