CAPÍTULO 13

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Doy vueltas en la cama. Una sobre otra, sin esperar que tras casi cuatro horas intentando dormir lo consiga.

Me siento en el borde del colchón, y suspiro con fuerza cuando veo la sombra del chico que vigila la puerta por debajo de esta.

Es extraño, pero tenerlo allí, vigilando todo el tiempo, me da una seguridad que no sé explicar.

Hoy mi hermano volvía de su misterioso viaje, pero como era de esperar no lo hizo.

No culpo a Ethan, sin embargo. Él no tiene la culpa de lo impresentable que siempre fue Jake Hamilton.

Me levanto de un impulso, agarrando la muleta que coloqué al lado de la cama, y pienso sobre qué excusa decirle para que hable conmigo.

Hace días que estoy sin dormir, y no es por propia voluntad. Simplemente la imagen del cráneo de mi hermana estallando en frente de mis ojos no es algo que pueda borrar de mi mente tan fácilmente, y cerrar los ojos solo lo empeora. Lo hace más real, como si estuviese aquí delante, ocurriendo de nuevo.

Trago con fuerza cuando agarro el pomo, y siento su frío tacto como algo incómodo pero soportable.

La abro entonces, cogiendo por sorpresa al chico que me mira alarmado.

—Hola.—Digo, sin saber todavía qué decir para no parecer una acosadora.

—¿Ocurre algo?—Pregunta alarmado, mirándome de arriba abajo con preocupación.

Niego con la cabeza.

Sus ojos se posan en los míos, y los desvío para observar la tranquilidad del pasillo.

—¿Todos durmiendo?—Pregunto, como si no fuese algo obvio.

—Aria, son las cuatro de la mañana.—Pronuncia con el ceño fruncido.—¿Estás segura de que todo está bien?

Suspiro con fuerza, incapaz de volver a asentir cuando realmente nada va bien.

—No quería estar sola.—Confieso, y mis palabras parecen cogerle totalmente por sorpresa.

—Oh.—Murmura.

Se rasca la barbilla, totalmente nervioso.

¿Le he puesto nervioso?

—No quería molestarte, es solo que...

—No me molestas, Aria.—Dice, con total sinceridad al parecer.

Le miro fijamente, desde mi diferencia de altura, y admiro una vez más el tono azulado de sus ojos.

Los de Isaac también son azules, pero el tono oscuro de los de Ethan es impresionante, totalmente hermoso.

—Si quieres...—Digo, comenzando muy bien algo que no sé cómo seguirá.—Quiero decir...Si no te importa, puedes vigilar la puerta dentro.

Sus cejas se alzan.

Sé que aunque podría tomárselo como una broma, vacilarme y hacer uno de sus comentarios sarcásticos, no lo hará porque ve lo que me está costando decirlo. No lo hará porque sabe que es algo serio para mí, y se lo agradezco.

—Por supuesto.—Dice.

Retrocedo, cargando con la muleta, arrastrándola sin darme cuenta del dolor de mi pierna, y me quedo a unos pasos de él cuando cierra la puerta a su espalda.

La luz es muy pobre aquí dentro, tan solo con una lamparita de mesa encendida, y eso solo le hace parecer más imponente que nunca.

La camiseta negra que lleva es, como de costumbre, una camiseta ajustada de manga corta, conjuntándola con un pantalón de ese mismo color.

GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora