CAPÍTULO 32

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Sé que debería separarlos. Sé que estoy haciendo mal al sentirme tan bien viendo cómo Ethan destroza al que hasta hace unos minutos era la persona que más me importaba en el mundo.

Sin embargo, no tengo la suficiente fuerza como para volver a mirarle a los ojos. Sé que Ethan sabe controlarse, que sabe lo que hace y que por lo que nos conviene no puede matarle. Y no es hasta que se levanta y lo agarra de la camisa que el peso sobre mis hombros disminuye.

Lo agarra por los puños y aunque casi están a la misma altura, Ethan algo más bajo, logra hacerle temblar de miedo cuando le susurra algo que no logro escuchar.

El rostro ensangrentado de Isaac se gira hacia mí y desvío la mirada sin siquiera dejarle disculparse. Solo es entonces cuando noto sus puños apretarse y le veo darse la vuelta y salir de la casa cojeando medio inconsciente.

Una última lágrima cae sobre mi mejilla mientras me abrazo a mí misma, sintiendo la fría brisa que se cuela en la casa cuando Isaac sale por la puerta.

Noto una caricia cálida en mi mejilla, es Ethan quien se acerca para limpiarla con su mano ensangrentada.

—Lo siento, enana...—Susurra en mi oído y alzo la cabeza para mirarlo fijamente.—Lo siento mucho.

Se disculpa, como si él tuviese la culpa de todo esto, y le odio por creer que tiene algo por lo que disculparse.

Su belleza imponente hace que de repente me sienta como una hormiga ante el pie de un humano, como una oveja ante un feroz león. Mis ojos se centran en los suyos azulados y no puedo evitar preguntarme qué es lo que siente tras esa armadura invisible que lleva siempre puesta.

No hay rastro alguno de emoción en su rostro, tampoco en sus actos. Solo destaca su cabello húmedo por la lluvia cayendo por delante de su mirada. Esta vez no cae como si estuviese planeado, cae como si el agua pesase sobre él, como si lo hubiese dejado así para no ver lo que estaba ocurriendo.

Me he fijado en cómo le pegaba a Isaac. No lo hacía por placer, ni por gusto o siquiera con ganas o ira. Tan solo lo hacía por obligación, como si su vida se basase en estar preparado para ello.

Como si sintiese que debía hacerle pagar por ello a pesar de que le doliese hacerlo.

Otra lágrima se escapa de mis ojos cuando caigo en la cuenta de lo que le he obligado a hacer y comienzo a sollozar con más fuerza sin quererlo.

—Eh...Tranquila, pequeña. Ya pasó todo.—Me envuelve entre sus brazos. Entre sus cálidos y fuertes brazos.—Ese capullo no te volverá a molestar.

Un ligero jadeo sale de mi garganta sin que pueda hacerlo, respirando con fuerza contra su húmeda camiseta de color negro.

Sus palabras calan en lo más profundo de mi corazón, dejando un rastro imborrable a su paso de sentimientos que querría descifrar ahora mismo.

—Él...Él era...—Pero la voz me falla a medida que cojo aire, sintiendo un dolor que no sé explicar al pensar en todo lo que ha hecho. Él se limita a asentir y a aferrarme contra él con más fuerza.—Lo siento, Ethan. Fui una estúpida. Debí creerte, debí hacerte caso.

—No importa, eso no importa ahora.—Dice con un hilo de voz tenso. Me separo de su pecho para mirarle directamente.—¿Quieres dormir?—Lo dice inseguro, cómo si se hubiese arrepentido de haberlo dicho según lo hizo. Como si intuyese que no voy a conseguir hacerlo, que llevo mucho sin hacerlo.—O comer...O simplemente, no sé...

—No lo sé.—Admito, escondiendo el rostro en su camiseta una vez más.—No tengo ni idea de qué hacer ahora... —Susurro.

Noto cómo su mandíbula se aprieta, y eso solo me hace saber que no me soltará hasta que le diga algo. Lo agradezco, en realidad.

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