CAPÍTULO 1

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La luz de la luna se refleja en el agua cristalina y apaciguada del mar que observamos.

Mis ojos no pueden evitar fijarse en nuestras manos enlazadas, la una a la otra, tan juntas como nuestros hombros, y sin quererlo sonrío para mí misma.

Los ojos de él son casi tan azules como el agua que se escucha de fondo, y me miran entusiasmados cuando comienza a hablar.

Después de un rato conversando me pierdo en sus palabras, simplemente porque me fijo en la carnosidad de sus rosados labios.

Se acerca a mí, colocando su frente sobre la mía, susurrando palabras dulces sobre la comisura de mis labios.

Sonrío sobre sus dientes, incapaz de no hacerlo al escuchar su comentario sin sentido, y noto el rubor subiendo por mis mejillas.

—Nunca creí que el verano pasaría tan rápido.—Dice, con una voz suave y dulce.

—Yo nunca creí que mis padres volverían a verme antes de mi graduación.—Confieso, con las manos tensas sobre las suyas.

Me da un ligero empujón con su frente.

—Tus padres trabajan mucho, Aria. No les culpes por ello.

Bajo la mirada, de nuevo, hacia nuestras manos, solo porque odio que los defienda.

—Solo digo que no es justo...No quiero que mis padres falten a los momentos más importantes de mi vida.—Confieso.

—La graduación está sobrevalorada.—Dice, solo porque él está a solo unos meses de tener que lidiar con ello.—Además, a ti aún te queda un año.

—Nueve meses.

Rueda los ojos, y separa la frente para volver a enfocarse en el mar.

—No quiero que lo veas como algo tan importante que cuando pase te decepcione.—Dice.

Trago con fuerza.

—No es eso lo que me preocupa.—Jugueteo con sus dedos y sonríe ligeramente.—Simplemente cada vez se van con más frecuencia. Es muy difícil ver cómo soy a la única que le preocupa.

—¿Y qué hay de tus hermanos?—Pregunta.

Suspiro con profundidad.

—Ellos son mayores. Lydia se casará en unos meses, y Jake...Bueno, Jake pasa de todo.

Aprieta su mandíbula, y aunque pretendía que no me diese cuenta sé que sabe que lo noté.

—Jake no es como quiere parecer.

Alzo las cejas.

—¿Intentas decirme cómo es mi propio hermano?

Niega con la cabeza.

—Solo digo que pretende hacerse el fuerte, pero que no creo que pase de todo eso. Es humano, Aria.

—Lo sé, Isaac.—Suspiro.—Lo sé.

El mar se empieza a mover con más énfasis, dejándonos ligeras gotas de agua salada en ambos pares de zapatos.

Miro el reloj de mi muñeca, y muerdo mi labio cuando veo la hora que es.

—Deberíamos ir ya.

Le miro de reojo, luego a sus ojos directamente y finalmente a sus mullidos labios.

Quiero besarlo. Quiero hacerlo y pretender olvidarme de todo lo que tendré que pasar en unos instantes.

—Isaac.—Digo.

Me mira extrañado.

—No quiero ir. Quedémonos aquí.—Digo.—Tú y yo, nadie más.

Su nariz cosquillea la mía cuando se acerca con delicadeza.

GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora