EPÍLOGO

878 40 6
                                    

10 años más tarde.

La mañana se tornaba fría, húmeda y con niebla, aunque eso no parecía ser suficiente como para que la compañía de entreno no saliese como todos los días, detrás de su encantador profesor Ethan Blake, al jardín delantero para combatir.

La larga melena de Aria Hamilton, la dirigente de dicha compañía, ondeaba mientras ella observaba con detenimiento cada movimiento y detalle de sus más jóvenes aprendices, aunque sobre todo observaba la figura imponente de su prometido.

El vestido largo negro que portaba la dejaba moverse por su despacho con dificultad, incapaz de dar zancadas de no más de cincuenta centímetros.

La puerta sonó a su espalda, mientras los de la clase se desvanecían con rapidez, pues la clase había concluido.

—Mi señora, es la hora.—Miró de reojo a su secretaria, quien sin decir nada esperó a que Aria se decidiera a asentir, y cuando esta lo hizo se volvió por donde había venido.—Su hermano está aquí.—Dijo parándose en la entrada, justo antes de desvanecerse cuando su jefa volvió a asentir.

—Aria Hamilton.—Escuchó a su espalda, y se dio la vuelta con una sonrisa de pura felicidad al ver a su hermano.

Su cabello era rizado, y más largo desde que fue la última vez que lo vio, al igual que la castaña barba que lucía con orgullo.

—Deberías considerar llamar a un barbero, si quieres aquí tenemos uno muy bueno.—Dijo Aria, con un aire divertido al ver la figura de su hermano desde la ventana.

—Tranquila hermanita, en distribuciones Rodríguez tenemos al mejor de los barberos de todo San Francisco.—Dijo, y no dudó en acercarse a su hermana y abrazarla.

—Me ha encantado que me llamases antes de que...Bueno, de que todo comience.—Dijo.

—Es el gran día, hermano.—Susurró Aria.—No podía no verte antes.

Jake sonrió con una sonrisa satisfactoria, y ambos se dirigieron fuera de la habitación.

—He oído rumores.—Admitió Jake hacia su hermana, quien se tensó de pronto.—¿Quieres acabar con todo esto? ¿Qué pasará con tu gente, hermanita?

—No quiero acabar con ello, quiero...Cambiarlo.—Espetó, mientras bajaban las escaleras hacia el gran salón.—Este negocio ha acabado con mucha gente ya, y he tardado diez años en darme cuenta de que puedo cambiar las cosas, tal y como Leandro nos dijo.

El corazón del único hijo de Leandro se detuvo, incapaz de recordar la imagen de su padre difunto sin echarse a llorar, pero se mantuvo firme y asintió.

—¿Qué planeas?—Preguntó.

—He hablado con las seguridades del estado, pasado mañana tendremos una reunión para aclararlo todo.—Comienza a decir Aria, con entusiasmo.—Trabajaremos para ellos como guerreros, pero no para luchar por algo ilegal sino para luchar por una buena causa. Será voluntario, claro, pero el que quiera quedarse tendrá que contribuir.

—¿Vas a mandarles a la guerra?

—No exactamente.—Aclaró.—Aquí los entrenaremos para ello, para saber defender su país, luego si ellos quieren pueden o no alistarse.

—¿Y el estado está de acuerdo?

—El Estado lo ha estado durante todos estos años por una causa ilegal y que les perjudicaba ¿Por qué no iba a estarlo por esto?—Preguntó Aria, más confusa que antes.

—Porque Gael pagaba para que callasen, pero ahora no les pagarás.—Jake se rascó la barba.— No lo veo, hermanita.—Dudó.

La poca fe de su hermano despistó a Aria, pero eso no hizo que dejase de creer en su causa. Ella siempre quiso ayudar, y ahora más que nunca lo hará.

GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora