ARIA
La puerta se abre.
El ruido que hace es desgarrador, pero no tanto como los finos tacones de Theresa acercándose hacia mí, con Nicolás a su espalda y un vestido largo negro que le llega hasta los tobillos.
Cierro los ojos con fuerza cuando despierto, con el corazón en un puño y sin saliva en la garganta, con ella seca y ardiente. Mis tripas suenan, tanto que temo que las escuchen desde la lejanía, aunque dudo que estén aquí para darme de comer.
Sus frías manos me recorren el rostro demasiado cerca, tanto que logro oler su mentolado aliento.
—¿Qué tal ha dormido mi princesita?—Pregunta con la voz tersa, tanto casi como su piel pálida como la nieve y brillante.
Alejo la cara, o por lo menos lo intento hacer, y cuando desvío la mirada de la suya ponzoñosa aprieta los dientes.
—Me da igual si te pones digna o no, simplemente todo eso que desgraciadamente posees llegará a mis manos en unas horas. ¡Debemos prepararte para el evento! O de verdad pensabas presentarte oliendo a rata muerta y con ese aspecto tan...Tan horrible.
No puedo evitarlo. No puedo evitar que la sangre me hierva, y de repente, tras escuchar sus estúpidas e irreales palabras me da igual que sea mi madre.
Entonces, y aunque sé que es inútil y que no hace más que enfadarla, le escupo.
Mi saliva llega casi hasta su ojo derecho, y su tez pálida se convierte en una roja de puro enfado, y aunque sé que debería enfadarme solo me siento más liberada que nunca.
—Eres un ser asqueroso. No sé cómo pudiste salir de mí.—Susurra limpiándose mi escupitajo de la cara, con un pañuelo que guardaba en el bolsillo del vestido.
—Ya somos dos.—Digo y niega con la cabeza para luego suspirar profundamente, como si estuviese harta de aguantar todo esto.
—Me voy a arrepentir de esto.—Espeta con frialdad, soltando con la pequeña llave que no sabía que colgaba de su cuello los brazaletes que me sostenían a la silla.
Las heridas no son profundas, pero arden y sangran como si lo fuesen.
Las froto con cuidado, y no puedo evitar que una lágrima se me escape cuando toco la carne blanda bajo la piel.
—Eso no tiene buena pinta.—Dice, con un cierto tono de humor que me pone de los nervios.
—¿Este es tu plan? ¿Soltarme?
Niega con la cabeza con una sonrisa que me pone los pelos de punta, dejando claro que en efecto me quedan unas horas de vida.
Me agarra por la espalda, cruzándome los brazos por detrás de esta y apretándolos tanto contra ella que noto su suave respiración en mi cuello, moviéndome el cabello con delicadeza con su aliento.
—Te ducharemos, bueno te ducharán. Te quitarán ese aspecto de muerto y harán que deslumbres en tus últimas horas de vida, lo prometo.—Susurra contra mi oído haciendo que de repente quiera gritarle lo asqueroso que me resulta—¡Bien!—Exclama, soltándome de golpe.—Lleváosla.
De repente unas mujeres vestidas de criadas de cuento de hadas aparecen por la puerta, con las miradas y cabezas bajas sin siquiera mirarme cuando me agarran de los brazos y comienzan a llevarme de arrastras hacia la salida.
Como era de esperar, mis inútiles luchas contra la salida de a saber dónde me llevan fallan y hacen conmigo lo que quieren a su antojo, como si de una muñeca de trapo se creyesen que fuera.
Sus cabellos rojizos caen por delante de sus rostros en forma de flequillo, pero eso no me impide darme cuenta de algo obvio; Son hermanas. De hecho, gemelas. Gemelas tan iguales que casi juraría, hacen lo mismo, exactamente lo mismo, la una y la otra.
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GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©
Romance¡YA DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN EBOOK! Publicación en Amazon, ya a la venta. La familia de los Hamilton esconde un gran secreto. Uno que Aria, la más joven del linaje, desconoce. La vida de la pequeña de diecisiete años había sido un completo mister...