24 DE JULIO DE 2007
ESTADOS UNIDOS, CALIFORNIA. San Francisco, Baker Beach.
El sol era radiante aquella tranquila tarde en la playa Baker Beach de San Francisco donde la familia Hamilton veraneaba cada fin de semana. Ambos padres tomaban el sol mientras sus dos hijos mayores, Lydia y Jake Hamilton se bañaban en el cristalino mar.
La pequeña de los Hamilton, sin embargo, estaba sentada, tranquila y con una constante mirada en el grupo de chicos que jugaban en la orilla. Ella daba vueltas a su pelota mientras enterraba sus pequeños pies en la arena, los pequeños pies de una niña de siete años.
Ella admiraba a un niño en cuestión. Era mayor que ella, de cabello castaño oscuro casi negro y ojos azules penetrantes que le ponían los pelos de punta. Él no prestaba atención alguna a sus miradas, simplemente reía y jugaba con los demás.
Ella deseaba poder jugar con los de su edad como lo hacía él.
La fulminante mirada del chico se fijó en su pequeña silueta y en un arrebato de puro nerviosismo la pelota azulada se le escapó de las manos.
Ella corrió a por ella, desenterrando los pies con fuerza y precisión. La arena le ardía en los pies, y a medida que avanzaba hacia él, su pequeño corazón se aceleraba estúpidamente.
La silueta del chico era imponente ante la de la pequeña Aria, y su postura era de superioridad y desinterés.
Aria apretó los puños, esperando no tener que decir nada. Simplemente quería que le devolviese la pelota para volver con su familia.
La mirada de Gael Hamilton los observaba desde la lejanía, con el ceño fruncido y la mandíbula totalmente tensa. Él sabía quién era él.
—Dame la pelota.—Exigió con valentía la pequeña.
Una sonrisa de medio lado se construyó en el niño de doce años, el cual sostenía la pelota desde lo alto.
—No, no, no...Las niñas buenas no piden así las cosas.—Dijo con humor y solo hizo que Aria por poco perdiese la postura. Ella asintió.
—¿Me devuelves la pelota?—El niño acercó una oreja, esperando oír las denominadas palabras mágicas.—Por favor.
El chico rio, y luego le tendió la pelota con amabilidad a la niña, la cual rápidamente la quiso alcanzar, pero él la volvió a levantar.
—¡Se lo diré a mi papá!—Estalló la niña ante su postura burlona.—¡Devuélvemela o se lo diré a mi papá!
—Yo también se lo diré al mío.—La respuesta del niño de ojos azules le sorprendió. Tanto que tardó un rato en pensar una respuesta con la que acabar con ello.
—¿Qué le dirás? ¿Qué vas por ahí robando a las niñas sus juguetes?—Dijo cruzándose de brazos sobre la arena ardiente, con los ojos empapados en lágrimas.
—No.—Dijo tajante, le tendió la pelota y se agachó para alcanzar la oreja de Aria.—Le diré que tuve el privilegio de robársela a la niña más guapa de la playa.
El corazón de Aria se paralizó. Su respiración se convirtió dificultosa y sus manos temblaban, algo totalmente desconocido para ella. Notaba cómo el calor en su cara aumentaba y cómo la pelota se resbalaba de sus manos.
—¡Ethan!—Exclamó un hombre a su espalda y Aria saltó en el sitio del susto.—¿Qué te dije? No debías hablar con ella.—Esa última parte la había susurrado, pero Aria la había alcanzado antes de que ambos desapareciesen de su vista.
Aquella fue la primera vez que Aria había sentido su mundo temblar ante aquellos ojos.
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GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©
Romance¡YA DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN EBOOK! Publicación en Amazon, ya a la venta. La familia de los Hamilton esconde un gran secreto. Uno que Aria, la más joven del linaje, desconoce. La vida de la pequeña de diecisiete años había sido un completo mister...