CAPÍTULO 16

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Después de coger todo lo necesario para la supervivencia de por lo menos unas semanas, Ethan y yo nos dirigimos en silencio hacia la estrecha salida por donde entramos.

Llegando a la trampilla, me agarra y se acerca a mi oído para susurrar que no le pierda de vista y sobre todo, que mantenga los ojos bien abiertos.

Lo primero que hace al llegar es asegurarse de que la escalera sea segura, para luego asomarse con pies de plomo, cojeando, y mirar si el terreno está libre.

Toda la gente se queda en silencio y se mantiene mirándolo fijamente, esperando la señal de que todo está en orden.

Aun no sé a dónde nos dirigimos, pero me fío de él, y sobre todo sé que tengo que quedarme cerca, muy cerca de él tal y como me dijo.

Me da pena despedirme por segunda vez de mi hermano, pero confío en su palabra y sé que el algún día a su lado, fuera de todo este submundo, es real.

Cuando Ethan asiente con la cabeza, sé que es el momento de ir tras él. Comienzo por darle mi mochila y luego las armas que también nos ha aportado este sitio.

Luego, con andares pesados comienzo a subir por las escaleras. No confío en mi pierna en este momento, y sé que acabaré en el suelo, pero no puedo frenarme, no ahora.

Con las manos sudorosas, agarro la barra que hace de escalón más arriba y apoyo mi peso en la pierna buena, pero al segundo paso, al apoyar la otra, un grande y doloroso calambre me recorre de arriba abajo haciendo que casi pierda el equilibrio, pero dado que él tiene bastante con su herida, sigo subiendo soportando el dolor.

Cuando salimos nos preparamos para escapar, él mirando que todo esté correcto, y yo intentando hacerme a la idea de que de nuevo, tendré que cambiar de lugar donde dormir, de no ver a mi hermano, y de tener que lidiar con estar en peligro de secuestro día y noche.

La desgarradora imagen que se construye ante mis ojos me destroza el corazón.

El gigantesco espacio donde he pasado las últimas semanas está totalmente destrozado, derrumbado como si de una película de guerra se tratase.

Grandes bloques de escombro en cada rincón y cadáveres de gente muerta que quitan el aliento. Lucho por contener las lágrimas, pero es inevitable e inhumano no sentir pena, no sentir dolor ante esta escena tan devastadora.

Eso, fue lo último que logré ver al salir de la mansión, o bueno, lo que quedaba de ella. 

GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora