—Cierra los ojos.—Susurra inclinado hacia mí. Con inseguridad a que lo haga, me rodea y me tapa los ojos él mismo desde mi espalda.—Vamos, camina.—Susurra en mi oreja y un escalofrío me recorre de los pies a la cabeza.
Sin ver nada, solo confiando en que el chico que me mantiene todas mis piezas rotas en una sola a diario no me dejará caer, comienzo a andar. Mis primeros pasos son torpes y él tiene que sujetarme para que no caiga cuando tropiezo con el escalón de la puerta. Sé dónde estamos y me pongo nerviosa cuando el frío de la noche nos envuelve con urgencia de repente.
Estamos en el porche de la casa.
—¿Me quieres decir ya adonde me llevas o esperas a que me caiga y me rompa la nariz para soltarlo?—Digo con impaciencia y sus manos aflojan la presión.
Andamos unos metros más que para mí se hacen kilómetros, y nos paramos de repente cuando noto la hierba del jardín trasero en mis pies descalzos. Sus manos se separan de mi rostro y miro aturdida a los lados esperando a que mis ojos se acostumbren a la iluminación.
Entonces, me sorprendo tanto de repente que no puedo evitar abrir la boca de puro asombro.
El jardín trasero, el cual normalmente solo está compuesto por una piscina y cuatro tumbonas esparcidas por la hierba con descuido, es ahora un lugar asombrosamente hermoso. Miles de pequeñas luces cuelgan de farolas de madera que no comprendo de donde han salido. Miles de velas acompañan a estas lucecillas alrededor de la piscina, todas ellas aromáticas, dejando un olor dulce y tropical sobre la estancia.
La luz se refleja en la cristalina agua de la piscina, haciendo una perfecta combinación con la de la luna.
—El sótano está repleto de cosas realmente fascinantes.—Dice a mi espalda y sonrío.
—Ethan...—Susurro sin poder dejar de admirar el panorama.—Esto...Esto es completamente surrealista.
Una sonrisa se forma en su anguloso rostro cuando se pone delante de mí.
—Esto es lo que te mereces, Aria.—Dice y me acerca a él cuando suspiro profundamente.—Te mereces el maldito mundo entero, pero de momento tendrás que conformarte con esto.—Suelta, con un humor tranquilo.
—Me conformo con estar contigo, Ethan Blake.—Digo y me sorprenden hasta a mi mis palabras, pero él parece sentirse mucho mejor después de soltarlas. Parece...Feliz.
Me envuelve por la cintura, con ambos brazos, y me permito envolver los míos a su cuello cuando una música de ambiente suena de repente en la lejanía.
—¿Recuerdas? Así fue la primera vez que conectamos.—Dice y pego mi rostro en su firme pecho para esconder mi tonta sonrisa.—Fue algo mágico.
Niego con la cabeza, y la preocupación le invade de repente. Fijo los ojos en los suyos y una corriente extraña nos recorre a ambos de los pies a la cabeza,
—Esta vez lo es más.—Entonces, uno mis labios a los suyos en un beso tierno y lento que me pone la piel de gallina mientras nos meneamos de un lado a otro con parsimonia. Sus labios con los míos son la sensación más suave y apacible del mundo.
Él intenta profundizarlo con su lengua juguetona acariciando la mía con timidez, y sin duda le dejo hacerlo. Le dejo llevarme una vez más al cielo, le dejo transportarme a otra dimensión con su tacto.
Sin pensarlo, casi por inercia, doy un leve salto y me coge por los muslos, solo para profundizarlo aún más. Ahora todo es más apasionado, más salvaje y acelerado. Su boca se mueve con una técnica increíble, como si se dejase toda su energía en ello.
La mía sin duda se mueve torpe e intentando seguirle, pero me resulta casi imposible.
Sus manos se deslizan de abajo a arriba y mis mejillas se tiñen de un rojo chillón preocupante. No sé si es por el hecho de que me ha levantado el vestido tanto que se me ve todo ahora mismo o si es porque sus suaves manos rozan la piel de mi trasero como si en ello se les fuese la vida.
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GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©
Любовные романы¡YA DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN EBOOK! Publicación en Amazon, ya a la venta. La familia de los Hamilton esconde un gran secreto. Uno que Aria, la más joven del linaje, desconoce. La vida de la pequeña de diecisiete años había sido un completo mister...