Mis ojos repasan cada detalle de la isla que se extiende ante nuestros ojos.
De nuevo no es más que bosque lo que vemos. Árboles altos y con largas hojas de un color verde llamativo. Algunas marrones, sin embargo, destacando entre todas las otras como destacamos ahora nosotros dos en medio de la playa que divide de nuevo el bosque con el mar.
No se escucha nada más que la lluvia, los truenos que me ponen los pelos de punta, y el viento que mece con tranquilidad las ramas afiladas de los árboles.
Nos adentramos en el bosque, cargando cada uno con su mochila, y me limito a seguir la espalda de Ethan, admirando la forma en que cojea.
—No volví a preguntarte por la pierna.—Digo cuando noto el dolor subiéndole por la pierna con cada paso.—¿Cómo va?
—Va como tiene que ir, supongo.—Pronuncia.
Frunzo el ceño.
—¿Y eso qué significa?
—Que no soy médico, pero la herida no se ha vuelto a abrir, ni duele, ni está infectada.—Dice.—La bala solo rozó la pierna.
Asiento, cuando comprendo que no le gusta que me preocupe por él, y desvío la mirada al suelo, mientras mi cabello se interpone entre mis ojos y el paisaje paradisiaco.
—Creo que falta poco.—Pronuncia en alto, pero no contesto.
Pasa alrededor de media hora, y por fin, vemos la casa que pasará a ser nuestra nueva estancia.
En el medio, una, aunque no comparable con una mansión, grande casa rodeada por un jardín bastante descuidado y lo que parece ser una gran piscina asomando por detrás del edificio de piedra grisácea. Quizá es granito, pero está tan mojada que no se distingue ahora mismo.
La finca está rodeada con grandes vallas de metal que apenas dejan ver lo que se esconde dentro, pero consigo ver lo suficiente como para saber que no será del todo desagradable pasar aquí un tiempo.
Me quedo unos instantes más admirando el paisaje mientras el agua cae con más fuerza sobre mí, sumergida en mis pensamientos, incapaz de no pensar en cómo será convivir con este chico, al cual apenas conozco de hace un mes y poco.
—No parece del todo la cárcel que imaginabas ¿Verdad?
Me da la espalda, pero mantiene la mirada sobre su hombro con humor, sobre mí.
—Yo nunca dije que...
Pero no me deja terminar.
Se encamina dentro de la finca, y para cuando me doy cuenta ya está en la puerta principal intentando descifrar lo que parece ser el código de seguridad.
Introduce una cifra numérica no muy larga y la cancilla, la cual tiene más de cinco cerraduras, se abre con lentitud.
El ruido de las oxidadas cadenas suena por todo el lugar y cuando un escalofrío me recorre la espalda, me apresuro para correr hacia dentro.
Llegamos al porche que huele a tierra mojada, justo como olía nuestra finca los días de tormenta y no puedo evitar dejarme embriagar por el nostálgico olor.
—Tendría que estar por aquí...—Susurra Ethan contra su pecho mientras busca frenéticamente algo debajo de la maceta colgante al lado de la puerta.—¡Aja!—Exclama y saca de la maceta una pequeña llave deslumbrante llena de tierra. La sacude un poco, provocando una pequeña nube polvorienta.
La puerta se abre y ambos nos quedamos sin palabras cuando el recibidor de la casa se extiende ante nosotros.
Es una habitación grande, oscura y la envuelve un frío muy seco que me pone la piel de gallina. Las paredes no parecen demasiado polvorientas, y juraría que son de color gris. Es un salón acogedor, y está adornado con un juego de dos sofás de color granate, y esos, sí parecen antiguos.
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GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©
Romance¡YA DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN EBOOK! Publicación en Amazon, ya a la venta. La familia de los Hamilton esconde un gran secreto. Uno que Aria, la más joven del linaje, desconoce. La vida de la pequeña de diecisiete años había sido un completo mister...