Sus ojos me miran de arriba abajo, mientras intento no mojar con mis lágrimas su camiseta. Sé que sufre por verme así, sé que no le gusta y que se siente impotente por ello. Y eso, es algo que me vuelve loca. Que me hace sentir un calor interno inexplicable.
Nunca se habían preocupado tanto por mí, por mi bienestar. Nunca me habían abrazado como él lo hace.
Isaac era completamente opuesto a Ethan. Los besos de Isaac eran tranquilos, apaciguados, sin pasión alguna, ni con un contacto tan íntimo como los de Ethan. Los de él sin embargo son pura pasión, un fuego abrasador que me pone los pelos de punta. Tan rápido y astuto como un guepardo y tan suave como el más peludo de los peluches.
Es como comparar el agua con el fuego, como comparar un tsunami con una ducha de agua fría.
Por un momento creo haber pensado en Isaac mientras estoy con Ethan, pero para nada es eso, simplemente estoy comparando lo que creía que era bueno con lo que es grandioso.
Sus suaves caricias me hielan de arriba abajo mientras recorre mis brazos con ellas. No ha dicho nada más, ni yo tampoco lo he hecho. No lo creo necesario. A veces un silencio es más reconfortante que muchas horas sin parar de hablar, a veces un abrazo es suficiente para sanar.
Alzo el rostro, tras un largo tiempo escuchando la lluvia caer contra el tejado de la casa y los canturreos del viento moviendo las ramas del pinar que nos esconde.
Sus ojos azules son casi negros en la oscuridad, pero la luz de la chimenea es suficiente para saber que son preciosos, para permitirles congelarme e hipnotizarme como siempre consiguen hacerlo.
Me atrevo a probar lo que más temía, a probar lo que me hace temblar con solo de pensarlo. Me acerco a su rostro, y busco su boca con urgencia, rezando para que lo corresponda como siempre con un gesto tierno.
Entonces, sus labios se pegan a los míos con delicadeza y un escalofrío de puro nerviosismo me recorre de arriba a abajo.
Aprovecho para ponerme a horcajadas sobre sus piernas y admirar su rostro a detalle.
Nunca me había fijado en los rasgos tan atractivos que tiene. Sus ojos son medianamente normales, ni pequeños ni grandes, y encajan a la perfección en la forma ovalada de su cara. Su barbilla es redonda, y no resalta bajo sus carnosos labios, el de abajo más grueso que el de arriba, pintados de un color rosado que los hace más apetecibles.
Su pelo, no es ni liso ni rizo, es ondulado y está peinado a la perfección como de costumbre hacia atrás.
Agarro su rostro entre mis manos y pegamos nuestras frentes para coger aire. Su cálido aliento golpea contra mi boca, pero no es para nada desagradable.
Sin poder evitarlo, una sonrisa se construye en mi rostro y junto mis dientes con los suyos cuando él también sonríe. Deslizo mis manos por su torso y la curiosidad de cómo se sentirá tocar la piel de él me invade. Le acaricio con suavidad hasta que llego a los brazos e intento levantársela para quitársela.
—Espera.—Dice cuando empiezo a tirar de ella con timidez.—Aria, mírame.—Pide en un susurro contenido y le miro con preocupación.—¿Estás segura de ello? No tienes porque...Quiero que estés completamente de acuerdo.
Mis ojos se funden en los suyos a pesar de la poca iluminación y trago duro cuando me decido a asentir y atreverme a vivir lo que siempre he querido vivir, a probar todo eso que siempre anhelé probar y ni siquiera lo sabía.
—Estoy segura, Ethan. Me dijiste que debía hacerlo con el indicado, y no creo que haya persona más indicada para mí que tú, Ethan Blake.—Susurro contra la comisura de su boca y un escalofrío le recorre de arriba abajo. Me acerco a su oído cuando veo que no se siente convencido y susurro :—Confío en ti. Tú sabrás hacerlo perfecto para mí.
ESTÁS LEYENDO
GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©
Romance¡YA DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN EBOOK! Publicación en Amazon, ya a la venta. La familia de los Hamilton esconde un gran secreto. Uno que Aria, la más joven del linaje, desconoce. La vida de la pequeña de diecisiete años había sido un completo mister...