Epílogo

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Estaba a dos pasos de la sala donde todo para mí acabaría. Suspiré y entré, mirando a mi alrededor. La gente iba vestida de negro, al igual que yo. Se escuchaban sollozos por todos lados, y susurros de consolación. 

Miré el ataúd que estaba en una esquina de la desolada y triste sala, y la vista se me comenzó a nublar mientras lagrimas caían sin control. Las limpié deprisa con la muñeca, y suspiré mientras que me acercaba donde estaba Hunter, con sus ojos grises cerrados y la mandíbula relajada...

A pesar de que mi cuerpo temblaba como nunca, no podía parar de caminar. Una vez delante del ataúd, inconscientemente cerré los ojos con fuerza. Tan solo había podido ver su delgado cuerpo dentro de un traje. No estaba preparada para perderle. Lamentablemente ya le había perdido hace tiempo. Tenía las manos a los costados, y las apreté con fuerza. Mi respiración comenzó a acelerarse y el aire parecía no llegarme a los pulmones. Tenía miedo de tirarme donde él y comenzar a llorar sin control alguno. 

Joder, esto duele demasiado. 

Abrí los ojos despacio, con miedo de verle, pero a la vez con ganas de poder apreciarlo por última vez. 

Hunter estaba tumbado en el féretro. Su cuerpo estaba relajado, e iba con un traje negro. No pude evitarlo y comencé a llorar. Su cara estaba pálida, y sus ojos cerrados. El gris de su iris jamás volvería a mirarme. Sollocé al recordar cómo sus labios estaban entreabiertos la mayor parte del tiempo, pero especialmente cuando dormía. En cambio, ahora estaban totalmente cerrados, sin ninguna expresión, sin nada que decir...

Sus largas pestañas llamaban la atención en cuanto lo mirabas detenidamente. Tenía unas ganas inmensas de echarme a llorar y gritar todas las barbaridades que se me pasaban por la cabeza. ¿Porque diablos tuve que tardar tanto en ver sus llamadas? ¿Porque no pudo dejar de drogarse por mi? De acuerdo, no es dejar de hacer cualquier cosa, pero me arrepentía de no haber tomado tan enserio su adicción. O, tal vez me preocupaba tanto el meterme en algo que no sabía cómo llevar y cómo ayudar, que preferí ver si él podía darse cuenta de lo grave que era. 

-Él te quería mucho -escuché una voz que me hizo sobresaltarme. 

Me giré y vi a una señora mayor, con los ojos rojos e hinchados. 

<<Soy su abuela -prosiguió tendiendome la mano. 

Al ver su expresión de tristeza y soledad, más lágrimas comenzaron a caer. Tuve una necesidad de darle un abrazo, y cuando vi que me miraba y más lágrimas estaban por caer de sus ojos, lo hice. 

Cuando estuvimos de nuevo mirando dentro del ataúd, hablé:

-Yo también lo quería -alcé las cejas analizando la cara de Hunter- y lo quiero.

-Lo sé -dijo ella- Siempre me contaba lo que hacías por él, y jovencita, no era poco. 

Sonreí y la miré. 

-¿Te hablaba de mi?

Mi voz comenzaba a quebrarse, pero que Hunter le hablara de mi a algún familiar suyo no me lo imaginaba. 

-Siempre -asintió cerrando los ojos- cuando venía, siempre decía que cuando se fuera iría a verte, y que eras preciosa. Toda la razón. 

Susurré un 'gracias', y lo miré de nuevo. 

Quería preguntarle que más le dijo, pero no quería agobiarla ni hacerle sentir mal, así que callé. Segundos después ella me contestó sin yo tener que formular la pregunta. 

-Un día vino llorando. No hace mucho, un día antes después de que le diera la sobredosis. Me sorprendió, ya que Hunter nunca, nunca, buscaba consolación en nadie. Ni siquiera conmigo, que me contaba cosas que a su madre no. 

Destruyeme, amor [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora