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Habían metido la pata hasta el fondo. Félix miró a su alrededor, analizando el armario en el que estaban. Apenas tenían sitio para estar los dos de pie y en su mente, el australiano agradecía que Jisung no hubiera comido el bocadillo de chorizo que tenía en el autobús. El pecoso chasqueó con molestia la lengua, mirando los objetos que había en las baldas, en busca de algo que les sirviera para salir de ahí con vida. No estaban encerrados ni nada por el estilo pero, para ellos, estaban en peligro de muerte. Fuera del armario había un Pit bull terrier a la espera de cazar carne fresca.

— Solo quiero decir algo.— comenzó Jisung, fijando sus ojos en los del contrario.— ¿Qué cojones ha pasado?

Félix entre abrió la boca para responder, pero rápidamente la cerró. Era una pregunta que no podía responder, pues todo había pasado demasiado rápido. Tan solo recordaba como estaban yendo a la cafetería cuando de repente un perro comenzó a ladrar y a correr hacia ellos. Y claro, la única reacción que tuvieron, fue correr en el sentido contrario hasta encontrar un escondite. Básicamente eso fue lo que ocurrió.

— Bueno, si morimos aquí, dile a mi madre que le quiero mucho.— Al escuchar eso, Félix le miró con el ceño fruncido.

— Si morimos aquí, no le puedo decir nada, subnormal.— murmuró al mismo tiempo que le daba un pequeño tortazo en su cabeza.

Jisung se quejó por lo bajito, sobándose el lugar golpeado con su siniestra. Ambos soltaron un suspiro al escuchar los pequeños gruñidos del perro; seguía fuera. 

Así que... ¿Así es como iban a morir? O bien deshidratados y muertos de hambre, o devorados por un perro. Ninguna de las dos opciones era una muerte heroica en los pensamientos de Jisung. 

El pelirrojo se dejó caer su cuerpo hacia delante, hasta que chocó con el de Félix. Sintió el calor del contrario inundando su cuerpo y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Colocó su cabeza en el hombro de Félix y suspiro. 

— ¡No quiero morir!— tras esa exclamación soltó un pequeño gimoteo y se separó de él con un puchero. Hizo el gesto de quitarse las lagrimas imaginarias y volvió al pequeño refugio que se había construido en el cuello del pecoso.

— Eres un maldito exagerado.— farfulló el pecoso mientras empujaba, con delicadeza a Jisung.

Se abrió camino hasta la puerta y pegó su oreja. La mantuvo unos segundos y después se separó.

— No se escucha nada. Se habrá ido.— murmuró mientras llevaba su mano al picaporte del armario. Los orbes de Jisung siguieron el movimiento cauteloso de Félix, quien entreabrió la puerta muy lentamente.

Asomó su cabeza antes de salir, pues el perro podría seguir fuera. Cuando vio que no había nadie (ni nada), abrió del todo la puerta y salió.

— Despejado.— aclaró y se dio la vuelta, mirando como Jisung salía detrás suyo.— Bueno, podríamos salir que hemos salido del armario.

Jisung soltó una carcajada y le dio un pequeño golpe en el hombro.

— Ahora, a buscar la maldita cafetería.— suspiró Jisung, llevando su diestra a su nuca.

— 🌙 —

Seungmin sintió como su cintura era rodeada por los brazos de Hyunjin. Tragó saliva al observar como el pelinegro acortaba la poca distancia que quedaba entre ellos dos y se quedaba a un centímetro de su rostro.

Hyunjin ladeo una pícara sonrisa, subiendo con lentitud sus manos por el pecho del menor. Cuando llegó a sus hombros, le empujó lo suficientemente fuerte para que se acostara en su cama. Capturó el labio inferior de Seungmin entre sus dientes y tiró con delicadeza de él.

Seungmin cerró los ojos y tensó su mandíbula. No sabía que era esa sensación que sentía en ese momento.

Había estado muchas más veces con Hyunjin (demasiadas para él), pero esa vez era más... Incómodo. No se sentía como la vez anterior. Quería besarle, sí. Pero al mismo tiempo, quería que se fuera de su vista.

— Bebé... ¿Qué te pasa?— susurró Hyunjin cerca de su oreja, depositando un suave beso en su mejilla.

Seungmin negó con la cabeza fuertemente, y casi por impulso empujó a su amante.

— No... No sé. No estoy de humor.— murmuró con un suspiro, levantándose de la cama. Planchó su camiseta con sus manos y se atuso la corbata.

Hyunjin le miró con desconcierto desde la cama. Hacia unos minutos había aceptado estar con él, aunque fuese por última vez. No entendía que había cambiado en esos pocos segundos.

— Cierra cuando salgas.— musitó el pelirrojo al mismo tiempo que salía del cuarto, dando un pequeño portazo.

Hyunjin miró con confusión la puerta cerrada durante unos segundos. Cuando salió de su empanamiento, esbozó una pequeña sonrisa, sacando su móvil. Se aseguró que su pelo y la cama de Seungmin estaban un poco revueltos. Tras ello, se sacó un selfie, enfocando levemente las cosas del presidente. Después, envió la foto al grupo de su cuadrilla.

Seungmin se dirigió con rapidez a las escaleras que conducían al jardín. No se encontró a nadie por el camino, cosa que agradeció, pues sus ojos levemente hinchados señalaban que pronto las lágrimas se iban a derramar por su rostro.

Recorrió el jardín con rapidez, sintiendo como las lágrimas comenzaban a acumularse en el borde de sus rasgados ojos. Llegó a una especie de barrera de arbustos, pero no se detuvo ahí. Atravesó estos sin dudas, llegando a un pequeño claro. Llegando a su refugio secreto.

En cuanto se dejó caer contra el tronco de un árbol, sus mejillas quedaron empapadas. Comenzó a sollozar como nunca lo había hecho. Se sentía desprotegido en ese momento y eso no mejoraba las cosas. Abrazó sus piernas como si su vida dependiera de ello y colocó su cabeza entre ellas, en posición fetal. Tosió varias veces y notó como el aire comenzaba a faltar en sus pulmones, por culpa del llanto.

Era un inútil. Un inútil que no servía para nada salvo para fingir que todo en su vida era perfecto.
Cuando en realidad, tan sólo estaba roto por dentro.

Whoops. Siento (de nuevo) haber tardado tanto. Las vacaciones complican todo.

¿Porque creeis que Hyunjin ha enviado esa foto?

Bad boys; stray kids.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora