MOMENTO 42

2 1 0
                                    

Traje café —mi mama entra a la habitación con dos taza abrazadas en sus manos huesudas.

La miro, me muerdo el labio y bajo mi mirada, mientras intento quitar la pintura negra degastada de mis uñas. Ahora tengo el cerebro consumido por un remolino de pensamientos y dolor de cabeza.

Mi mama se sienta a mi lado, pero no se acuesta en la cama. Me entrega la taza, y yo la tomo, viendo el café que hay en ella. Esta caliente y es muy sabroso. De repente mi mama, me habla interrogativa.

—Cariño, ¿Qué tienes? —pregunta ella mirándome —. ¿Qué paso ayer?

Yo pienso una respuesta y le soy directa.

Bebo café y suspiro para hablar.

—Me desperté en la noche, por un ruido que escuche... —le digo seria pero me trabo—. Mama creo que veo gente que no esta aquí.

—¿Qué quieres decir?

—Creo que debo ir a un brujo —digo pensando en ella.

—¿A qué? —mi mama frunce su ceño —. No necesitas eso.

—Mama, vi a la abuela sentada en su silla de la sala.

Le menciono, ahora que con este gran dolor de cabeza, me acuerdo al momento.

Ella me mira seria por un minuto, después ríe mirando al techo. Niega con la cabeza y cierra los ojos, riéndose más fuerte.

Su reacción inmadura hace que me estrese internamente, y que haga estar un tanto sensible y con ganas de llorar. Me siento en la cama, presionada a estar preparada a la defensiva.

—Parece que estas más loca de lo normal —dice mirando a la ventana, que en este momento está abierta.

—No estoy loca, te lo estoy diciendo enserio —respondo con voz llorosa.

—Si... si, te creo —habla sarcástica, se levanta y camina a la puerta.

—¡Se que no me crees! —grito desde la cama y el café casi se me cae —. Yo vi a la abuela.

Se detiene y se gira seria, callada y dramática.

—Yo vi a Evelin Blake en esta casa —me quedo callada y la miro —. Y ella me dijo que te bebieras ese café, té vistieras y te fueras a la universidad, para que no te piernas el examen de matemáticas que tienes hoy.

Ella sale de la habitación; pero se devuelve.

—Dile a Melissa que te traiga y a la abuela que te dé un poco de pensar.

Se va y la furia más ardiente que tengo, se desata.

—¡Eres una perra!

Me levanto de la cama y tiro el café por la ventana. Respiro fuerte y presiento como me arde los cachetes; entre toda la rabia, decido vestirme e irme de esta mierda a estar lo más dejo de esta mujer.

NOCHE PARANORMAL©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora