Vigésimo segundo

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Siento la presión que me separa.
Mi aliento suena en quejido, sus manos se aprietan en mis antebrazos manteniéndose lejos.
- ¿Qué haces?- su voz suena con una duda exagerada.
- Te beso, idiota.- mi rostro está ardiendo.
- Disculpa, pero eso sabía más a amargura que a beso. ¿Qué está mal contigo?
-Nada.- Saco mis brazos de su amarre, me levanto, me apresuro hasta la habitación.
Cuando estoy dentro ya, cierro la puerta del baño compartido.
La puerta del closet se abre.
Soy una tonta.
Me mira como si esperara una respuesta a mis acciones. Suspiro.
-Sal de mi habitación.- ordeno.
Él toma asiento en la cama, se cruza de brazos y me sonríe.
-Nah, parece que debemos hablar de algo.
-Yo no lo creo, me voy a dormir.-me quito los zapatos y rápidamente me meto bajo mis sábanas, él se acerca.
Pero para mi sorpresa acomoda la sábana sobre mí, en lugar de meterse entre ellas también.
-Creo que necesitas hablar con alguien. Sobre algo.
- ¿Qué te hace pensar eso?
- Que bueno... en realidad no iba a seguirte. Pensé "solo está loca, como todas las mujeres" y luego, escuché a tu abuela llorando y murmurando, eso fue lo que me hizo seguirte.
Sus palabras hacen que pequeñas cantidades de agua se acunen en mis ojos.
- No quiero hablar de eso, no ahora.
- Lo entiendo.
Se acuesta de manera que su rostro está frente al mío. Cierro los ojos, solo siento como sus dedos se pierden un poco en el nacimiento de mi cabello y oreja izquierda, eso me llena un poco de paz.
Una que en realidad no poseo.





La luz del sol interrumpe mi sueño, intento levantarme, pero  el dolor en mi cabeza me mantiene atada a las sábanas. Abro mis ojos, hasta eso me cuesta un poco.
Suspiro.
Todos los recuerdos de ayer vienen a mí.
La parte que aprieta mi pecho es la que me recuerda que no hay un tratamiento prudente para él, la agresividad solo acabaría con él de forma más rápida.
Aprieto las sábanas a mi lado y siento como algo se desgarra dentro de mí, el reflejo externo son las lágrimas calientes que salen desde mi alma.
Unos brazos se envuelven a mi alrededor... sé que es Rhett.
Pero no puedo evitar comenzar a sufrir  un poco más.
Cada vez que alguien te abraza es como si perdieras un pedazo de fuerza, es el recostarse en sus brazos lo que hace a tu cuerpo creer que hasta tus problemas pueden caer ahí.
Porque quizá de esa manera vas a poder respirar.

No sé cuanto tiempo permanecemos así, pero llega al punto en que mis sollozos ya no existen y solo siento un ligero y necio dolor en mi cabeza.
La caricia que me reconforta en mi espalda, es una mano que sube y baja como si intentara con ese movimiento sacar mis penas.
- ¿Quieres hablar?- su voz suena lejos, pero sé que está justo a mi lado.
Suspiro una vez más.
- Mi abuelo tiene cáncer. Y no será tratado debido a su edad. Él está sufriendo... imaginas en un par de meses más.
Él frunce el ceño.
- Camila, aún tienes algo. Eso que no tuviste con tus padres, ni yo con los míos. Tiempo para decir adiós.

Matrimonios & ConvenienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora