Séptimo

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Es un día agobiador, camino directo a la cafetería de siempre antes de ir al trabajo, Perrie tiene media hora de descanso y debo contarle todo lo que discutí anoche con Rhett. Todos los planes que ahora son reales. Acelero un poco el paso la concurrida Calle 50 está bastante despejada, pero en pocos minutos las aceras se llenaran de personas corriendo de vuelta a sus hogares o buscando donde pasar la noche. No puedo sacarme de la cabeza a la vieja, a la señora Cristel. Esa vieja infernal. No nos dio ni una pista de nada. Le preguntó a Rhett antes de irse para cuando tenía pronosticada la boda, él le dijo que aún no teníamos fecha exacta pero que le llegaría la invitación, ella no dijo ni pio, simplemente salió por la puerta y dijo que lo llamarían para la próxima visita.

Me detengo frente a la puerta de vidrio y bordes de madera de "De Corado", me adentro en el lugar bastante vacío, mi bolsa de hoy está algo pesada por el libro de la clase de historia, así que con rapidez busco un lugar alejado de todo y le dejo un mensaje a Perrie. El lugar algo vacío no demorara en estar repleto, es un punto de encuentro concurrido por los trabajadores de los bancos cercanos y otros rabiblancos y sus subespecies, como los que quieren pero no pueden.

No ha pasado ni el minuto cuando llega ella con dos tazas de café, con esos hermosos dibujos que solo ella sabe hacer tan bien, este tiene un corazón.

—Te escuchabas de caída, cuéntame. ¿Qué pasa?, tiene que ver con el tipo con el que estabas aquí del que no me hablaste nada, ¿no? —retira un mechón lila de su rostro y lo pone detrás de su oreja, se ve preocupada, suspiro.

—Tengo una historia algo larga que contarte, pero no le puedes decir a nadie.

Frunce el ceño, pero hace una X sobre su corazón, jurando.

Así que le explico, como la desesperación me llevo a Salvador y como él sugirió esto y todo lo demás. Sobre Rhett y Scarlett, sobre como son, Scarlett siendo totalmente encantadora y llena de vida y Rhett...siendo él mismo. Tomó mi mano para ver el anillo y cuando terminé esperé sus gritos.

Pero solo abría y cerraba los ojos como si todo fuera demasiado.

—Sé que estas preocupada por tus abuelos, esto es loco y muy drástico. No sé que decirte. —suspira. —Es obvio que corres el riesgo más grande de todos, que es que te guste él o esa vida. Y cuando debas dejar ambos, te destroce un poco. Cami, sé que tomaste está muy estúpida decisión por la desesperación y la verdad, amiga no sé que habría hecho yo. Tus abuelos son reliquias, son casi tus padres, es un sacrificio que no sé si yo hubiera tomado.

—Sé que fue una decisión estúpida y tomada sin pensar. Pero ya debo cumplir, firmaremos un contrato prematrimonial pronto, la otra semana creo.

—Dios, Cami. Olvidemos eso por un momento. —suspira, sus ojos se tornan dulces. — ¿Cómo le fue a tu abuelo con el oncólogo?

—El doctor dice que le van a hacer los exámenes una vez más porque no confía en lo que vio, pero como mi abue no es prioridad quien sabe hasta cuándo nos den cita. —al casi susurrar eso, siento como las lágrimas golpean por salir. Es una de esas cosas que ignoro, solo las enfrento en el momento cuando debo plantar mis pies a tierra y ser una adulta. Ser un adulto, se supone que cierto número de años me hace adulta, pero no debería ser de esa manera. Debería ser por la madurez, por las buenas decisiones que se tomas. Pero de esa manera nadie sería un adulto.

—Tú sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. —toma mi mano reconfortándome.

—¡¡Perrie Angélica!! —ambas volteamos a ver a su padre, me sonríe, pero levanta su ceja izquierda mirándola a ella, Perrie exhala de manera dramática.

—Hora de volver al oficio, —se levanta y quita su tasa y la mía de la mesa. —No creas que porque entiendo estoy feliz que no me dijeras. Quiero ser la dama de honor, boda falsa o no. —me guiña se va por las puertas de oscura madera a la cocina.

El señor Caio Howard se acerca y se sienta frente a mí. Cruza sus manos sobre la mesa y suspira.

— Entiendo que no has visto a Perrie hace mucho, Camila. Pero hoy necesito que esté al tanto de nuestro nuevo barista. Le daré el próximo jueves libre y así coinciden en un día, ¿Qué te parece?

—Me encanta la idea señor Caio. —me levanto y él me extiende el puño para que lo choque, creo que se hubiera llevado muy bien con mi papá.




El frío de las bebidas derramadas sobre mí, es solo un aviso de tres cosas:

a. Este no es mi día.

b. La chica que me empujó es nada más y nada menos que la novia de Josué, el jefe. Por lo que no puedo vengarme a golpes. Y...

c. César está muerto de la risa.

Se desliza sobre la barra con una agilidad de gimnasta, sonríe de esa manera tan amable que tiene, si aja amable después de reírse despotricadamente de mí, me quita mi mandil y lo tira detrás de la barra.

—Anda a cambiarte, tomate unos minutos. —dice golpeando mi cadera con la suya, veo como le guiña a la hermosa chica junto a él, me resigno a hacer exactamente lo que dijo. Me muevo entre las personas hasta llegar a la puerta de "solo personal autorizado", ando por el pasillo hasta la sala de descanso. La puerta de la oficina de Josué está ajustada y escucho como discute con alguien antes de pasar junto a ella.

— ¡Como si me importara lo que desea tu padre! —grita la voz del desconocido.

— ¡Mi padre es quien nos está apoyando para la apertura del nuevo Terceracto! —responde Josué en el mismo tono, me detengo antes de pasar frente a la puerta y que crean que soy una metiche.

—Tu padre es un idiota ególatra, quiere adueñarse de esto. Te lo dije, debemos hacerlo nosotros, no esperar nada de él. Yo seré el dueño del nuevo Terceracto, o podemos tenerlo en mitades. Hay muchas maneras de seguir con esto, no hay que dejarlo así. —escucho como suena un golpe en el escritorio. —Deja de ser un niño de mamá y papá.

—Como tú ya no puedes ser un niño mimado. Lo odias, ¿no? —la voz del jefe se escucha tan amarga. Escucho los pesados pasos acercarse, debería dar media vuelta pero no lo hago. Me quedo ahí pasmada. La puerta se abre más y da paso a unas fabulosas botas, el dueño, es mi adorable prometido.

— ¿Camila? —por su rostro puedo decir que lo tomo muy por sorpresa verme.

—Oh, hola Rhett. —levanto una mano torpemente, Dios... ¿en serio hice eso?

Detrás de Rhett, está Josué con la mirada tan seria, que me da pánico si quiera mirarlo directamente.

—Asumo que ella es Camila tu prometida. —la voz de Josué sale incluso más seca de lo que creí.

—Lo es. —Se limita Rhett. Josué suelta un sonido de exasperación.

—Recoge tus cosas Camila, estás despedida. —soltando esa bomba vuelve a entrar a su oficina.

Siento como se me oprime el pecho, las lágrimas amenazan con salir de mis ojos y... Mierda.  

Matrimonios & ConvenienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora