Décimo séptimo.

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Recojo los papeles que se acaban de caer del escritorio de la pesada de la señora Flores. Se supone es la asistente personal de Rhett, es una pesadilla de cincuenta años con un ceño fruncido tan profundo que parecen afluentes del Amazonas.
—Por favor déjalos como estaban.—gruñe, sí, ella gruñe no habla.
Y... ¿Cómo se supone sepa cómo los tenía acomodados?
—Así será.—es lo único que sale de mí, los dejaré como fluyan. Siempre hace lo mismo. Tira los papeles para que los recoja una vez por día.
Sé que me odia pero, los rumores dicen que odia a todos.— ¿necesita algo más?
Coloco los papeles en su escritorio sin siquiera intentarlo.
—Tienes que llevar a la tintorería la camisa del señor Gutiérrez, la manchó con café.—la agarra del otro lado de su escritorio y me la lanza.—Para ya.
—Ya mismo me pongo en eso.
Salgo de su oficina con la camisa en la mano y me dirijo a la de Rhett.
Es solo la siguiente puerta, la abro... después de tocar con los nudillos dos veces.
Rhett levanta la mirada de los papeles que sostiene, me presta atención, pero su rostro carece de emoción alguna.
—Voy salir, su adorable asistente me encomendó un trabajito... Señor Gutiérrez.
Él abre una de sus gavetas, saca algo brillante y me lo lanza.
Lo atrapo al instante y veo unas llaves.
—Usa mi auto.—baja la mirada a los papeles otra vez.
Por lo menos sé que haré esto en poco tiempo.


Se supone en un minuto es mi hora de salida, pero como siempre estoy demasiado ocupada como para eso.
En este momento no lo estoy, pero lo estoy... embotellada en el trafico de la hora pico.
Mi celular comienza a sonar, contesto y lo pongo en alta voz.
—¿Diga?
—Ya terminé por hoy, ¿Dónde andas?
—Oh, es mi querido esposo. Estoy en el tráfico, casi frente al edificio.
—Necesito largarme de aquí, es viernes y quiero salir corriendo. Odio aquí. ¿Tienes todo lo tuyo contigo?
—Sí.—me acomodo para disfrutar un poco del tranque.
—Caminaré al auto. Te tocará conducir a casa.

Rhett entra al puesto del copiloto apenas si nos he movido del frente del edificio.
—Buenas tardes.—me dice, es casi una hora y media antes de lo que acostumbramos a salir a diario. Así que debe estar muy desesperado por salir.
—Hola, tienes un rostro que asusta.
—Este es el rostro de quién no vive el sueño, amor mío.
Ruedo los ojos ante lo último.
—Yo vivo el sueño, hace un mes no sabía lo que era una palanca de cambio. Y ahora estoy aquí... detrás del volante de un bello Audi.
—Ni siquiera yo entiendo eso, en dos semanas aprendiste a estacionar mejor de lo que ha hecho cualquiera de los choferes que he tenido.
—Soy lo máximo.—le sonrío.
Él se desata la corbata, la tira al asiento trasero y desabotona los primeros botones de su camisa.
—Toma la próxima calle a la izquierda, vamos a comer primero.



Estaciono rápidamente en un lugar que luce cómo un patio trasero lleno de luces.
Salimos del auto y sigo a Rhett que se acomoda en una de las mesas. Tomo asiento frente a él.
—Este es mi lugar favorito para venir a desestresarme.—sonríe.—Creo que lo amarás.
Una chica muy linda se nos aproxima con dos menús y nos los entrega.
—Bienvenidos... ¿puedo tomar su orden?
Su sonrisa lo es todo. Es hermosa, es como ver una revista.
—Queremos la 7. Yo quiero una cerveza,—la señala en el menú.—esta. Y tú... ¿Cami?
—Yo quiero una sangría. Gracias. —La chica asiente y se retira.—Oye, que hermosa es, ¿no te parece?
—Ya lo creo.—me da la razón.—Pero si la sigues halagando pensaré que te casaste con alguien del bando equivocado.
Suspiro.
—Yo estoy muy segura de mi sexualidad, si aceptar la belleza de alguien más pone en duda la tuya creo que el del problema eres tú.
—Entonces creo que no he dicho nada. —sonríe, sé que ya se siente liberado del trabajo y solo por estar en un lugar como este, es increíble. Me gusta el ambiente, las canciones que suenan son totalmente tropicales, canciones con las que casi todos los panameños crecemos.
La chica regresa rápidamente con nuestras ordenes.
Cuando coloca el inmenso plato sobre la mesa... lo veo y no lo creo.
Es tanta comida sabrosa y poco sana.
Amo este lugar.
Creo que ni siquiera le digo gracias a la chica cuando comienzo a comer.




Me quedo tan perdida en la fiesta de mi paladar que no me doy cuenta de la voz de Rhett.
—Creo que tienes un admirador.
Levanto la mirada y la dirijo a dónde van sus ojos.
Es un mortal más, pero con cabello espectacular.
Volteo a seguir con mi comida, pero Rhett está mirándolo fijamente.
—¿Qué haces?—me sale como un regaño.
—Le dejo saber que vienes acompañada.
—Rhett... no me digas que estás celoso.
Él bufa y hace una mueca con sus labios.
—Claro que no. Ya te dije, le dejo saber que eres una papa casada.



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Buenas noches,
Llegando capítulo.
Espero les guste, déjenme su comentario ahí abajito y díganme: creen que Rhett estaba celoso.
Si les gustó regalenme una estrellita.
Xoxo




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