Quinto

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Llevo en mis manos la manta en la que grabamos toda nuestra falsa escena de amor, siento que los nervios me consumen, ¿Cómo soy capaz de sentirme así?, ni siquiera lo conozco, no le agrado del todo y estoy aquí, nerviosa.

Escucho como las aves demuestran felicidad, por el precioso día que hace, esta soleado y fresco, nada del calor sofocante común de la ciudad.

Al igual que cuando llegamos me tengo que acoplar a sus pasos, el anillo en mi mano izquierda se siente extraño, como una extremidad más, como si fuera a caerse, es demasiado hermoso para estar ahí.

No es nada de lo que yo usaría. Es más tengo miedo de que me lo roben.

—Creo que si estás con tiempo, podemos pasar a ver a tus abuelos. Todas las emociones incomodas en un solo día. —dice interrumpiendo mi hilo mental.

—Mi abuela me va a matar, ella de seguro hubiera querido darte la aprobación antes de llegar a algo tan formal. —me encojo de hombros, bajamos el sendero directo a los estacionamientos.

—Bueno, como has dicho: amor verdadero y esa paja. Háblale de eso. —su voz sale tan amarga, ruedo los ojos. Nos detenemos cada quien a cada lado del auto, él saca las llaves y entramos. — ¿Vives lejos?

—No tienes idea. Estamos como a dos horas y media de mi casa, si es que el tráfico es decente.

Su rostro de voltea a mí con la boca abierta, ¿Asombrado?, eso es lo que vivo a diario.

— ¿Vives en la frontera con Colombia o qué? —bufa, sale con el auto del parque, comienza, toma su celular y me lo entrega, su rostro sigue siendo el mismo poema amargado de hace poco. —Pon tu dirección ahí.

Escribo en el increíblemente caro teléfono y se lo devuelvo, que no se dañe en mis manos porque no tengo como desembolsillar esa cantidad.




Estaciona frente a mi casa, después de tres horas perdidas en el tráfico, sé que esta que revienta, lo conozco de días y ya sé que quiere matar a medio mundo solo porque está cansado de estar sentado y porque ve como su carro no combina con el barrio.

Salimos a la par del auto y veo como se planta en shock frente a la puerta, mis abuelos están en sus mecedoras de madera, él está leyendo uno de mis libros sin permiso, como siempre y la abuela está remendando algo de color azul.

— ¿Qué esperabas? ¿Vacas, una casa pequeña de madera y lodo? —cuestiono al tipo junto a mí, él niega y transforma su rostro en ese que veo es para actuar.

—No, vacas no.

Vacas no, ruedo los ojos, en serio se pasa.

Al cerrar la puerta del auto llamamos la atención de mis abuelos, ambos dirigen la mirada a nosotros, la abuela se levanta sacando sus llaves del bolsillo para abrirnos el portón.

La puerta de hierro quita toda barrera entre mi abuela y yo, su rostro tiene los ojos más grandes que le he visto alguna vez.

—Hola abue, ¿cómo estás? —saludo, ella sonríe a medias y sus ojos solo reflejan curiosidad.

—Bien... desconcertada. —dice mirando fijamente a Rhett. El mismo da un paso adelante y saluda con un beso en la mejilla a mi abuela.

—Buenas tardes, mucho gusto... soy Rhett Gutiérrez. —mi abuela levanta las cejas, como si insistiera en que hay más que solo un nombre, hay un título.

Matrimonios & ConvenienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora