Cuadragésimo sexto

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No he pasado el umbral de la casa cuando un cuerpo choca contra el mío, delgados brazos me rodean y yo correspondo el abrazo.
-Te extrañé un mundo, Cami. ¿Ya regresas con nosotros? Mi hermano es un idiota, regresa por mí.
Dios, ella sí que sabe negociar. Hace ese gesto al que no puedo negarme, quito el cabello de su rostro y le sonrío.
-Sí, estoy de vuelta en casa. Hice mal en abandonar a mi hermanita.
Ella me mira con sus ojos llenos de lágrimas, es un sol, tomo su rostro en mis manos y beso su frente.
-No me vuelvas a dejar, por favor.
Y sé que lo que estoy a punto de decir es lo más cierto que existe.
-Yo siempre voy a estar para ti, Scarlett.
Ella no se separa de mí, me abraza de un costado y pasamos juntas el umbral. Todo está exactamente como lo dejé. Miro alrededor y hay recuerdos de mis abuelos.
No puedo evitar dirigir mis pasos a la habitación en la que ellos estaban, dudo un poco antes de tomar el pomo de la puerta en mi mano, pero lo giro.
Todo está como el día en que llegamos, sin muestras de habitantes.
Todo está plano, como si nadie hubiera decorado.
-Me pediste que sacara todo y lo obsequiara.-dice la voz de Rhett detrás de mí.
-Así es, eso te pedí.-suspiro, no es que no quisiera ningún recuerdo de ellos. Es que ellos no hubieran querido que me apegara a nada material solo por recordarlos, excepto ese collar de la abuela que... no importa. Alguien le dará mejor uso.-gracias.
-Creo que es hora de que me retire.-dice Scarlett, aclara su garganta y se despega de mí.-aunque no me enojo si hacemos noche de pizza.
Su sonrisa compra a Rhett, así que no pasa ni un minuto cuando él está pidiendo una pizza.
Esa noche nos sentamos a comer en la isla de la cocina, o más bien comió Scarlett, como cada noche, algo cotidiano, algo familiar.


Scarlett desaparece después de la cena, me dice que hay que salir solo nosotras, sin idiotas rompecorazones.
La adoro. Se despide besando mi mejilla y se va, como siempre a hablar con Marcus.
-Creo que nosotros deberíamos ir a dormir ya, ha sido un día de muchas impresiones.
-Es cierto, pero debo llamar a Perrie, le diré que me quedaré aquí para que no se preocupe.
-Listo, te espero arriba.-él sonríe, sube las escaleras al tiempo que yo saco mi celular del bolso.
Suena un par se veces antes de contestar.
-¡Camila! cuéntame todo, ¿ya está todo bien?
Su voz de emoción es invaluable, Perrie es una persona que detesta la idea de enamorarse, cree que no es para ella, pero el hecho de que me animara a venir con Rhett me asegura que es todo lo contrario, Perrie solo está negada... por alguna razón.
-Todo bien, no tenía idea lo mucho que extrañaba la casa. Dios sabe que estoy como pez en el agua. Llegué a mi casa.
-Pues me alegro que se sientas como en casa, que sepas lo que quieres.-ella aclara su garganta.- Eh, te llamo luego. Algo surgió.
¿Qué?
-Okay, buenas noches. Iré por mis cosas mañana.
-¡Listo! Nos vemos.

Vuelvo a meter el celular a mi bolso, subo las escaleras, es tan tonto que extrañara esa simple acción.
Abro la puerta de la habitación... Rhett está sobre su cama, sentado, esperando.
-Hola.-su voz suena como algo que extrañaba y no lo sabía, como mi canción favorita.
-Hola.
-Tengo algo para ti.- él palmea la cama invitándome a sentarme, lo hago, la cama se hunde ante mi peso y ahora estamos frente a frente. Él suspira.-Sé que te dije que hice lo que querías con las cosas de tus abuelos. Pero creo que con lo que ha pasado hay una cosa que debemos saber... qué dicen las cartas que nos dejaron, la que es para cuando no querramos estar juntos. Y...
-No hay necesidad.-lo interrumpo.-Yo quiero estar contigo, nunca dude de ello, tenía miedos e inseguridades, pero sé que quiero estar contigo.
El suspira aliviado.
-Entonces, lo dejaremos para un futuro si decidimos separarnos, que espero no llegue.-toma aire y sigue hablando.-La otra cosa que quería decirte es que... encontré esto.
Extiende su puño hacía mí, yo extiendo la mano con la palma abierta llena de curiosidad.
Él abre su mano con cuidado, mientras en la mía cae una cadena de oro, con la piedra más bonita que he visto en mi vida.
Es el collar de mi abuela.
Ese que le dió el abuelo cuando eran novios. La piedra era de tonos turquesas con líneas negras, pequeña y discreta.
-La promesa.-sale de mí, él frunce el ceño.
-¿La promesa?
-El abuelo dejó todo su dinero en este collar cuando era joven, se lo dió a mi abuela bajo la promesa de que nunca se iban apartar. Que estarían siempre regresando al otro como las olas del mar a la playa, siempre regresan... por eso el color.
Mis ojos se llenan de lágrimas y me sonríe. Él toma el collar de mi mano, se mueve en la cama hasta quedar detrás de mí, está colocando el collar en mí.
-Entonces, debes usarlo. Y quiero que sepas que no estoy actuando.-sus palabras bloquean mi garganta.- Estoy aquí porque quiero, porque lo deseo. La única vez que di una actuación de primera, fue el día que dejaste esta casa. Quería correr detrás de ti, pero actué, actué como si fuera algo bueno también para mí, hasta que volviste y lo valió.-Él se baja de la cama, se pone de rodillas frente a mí, toma mis manos y suspira.-No había ni un solo minuto en el que no pensara en ti, los pensamientos no se obligan, ellos siguen su rumbo y todos los caminos que tomaban llegaban a ti, me dividí entre esperarte y dejar que te fueras, la última dolía demasiado, pero era tu decisión y tenía que respetarla. Si eso no es amor... entonces, no sé qué lo sea. Porque sé que te amo y espero lo creas.
Tomo su rostro entre mis manos, tiene los ojos cristalizados, una risa se escapa de mí. Mis pulgares acarician sus pómulos, me aproximo y al final de a mis labios encontrarse con los suyos.
Él ríe entre besos. Es como si la sed del momento no lo dejara creerlo.
-Pensé que nunca lo harías.-susurra.
-A veces me tardo, pero siempre llego a casa.

Matrimonios & ConvenienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora