XXVIII

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  C A P Í T U L O 28

Celine.

Era extraño verlo de nuevo, es como si hubieran pasado años pero tan solo habían pasado unos días, su mirada endurecida y sin una pisca de arrepentimiento.

Así lo conocí.

Y hubiera preferido nunca conocer su falsa amabilidad con la que me engaño para lograr traerme donde mi pesadilla, si muy en el fondo seguía odiando a James no quería demostrarle todo el odio que le tengo.

Algunas veces la ignorancia es la mejor salida para no caer en sentimientos absurdos que solo terminaran por destruirte a ti mismo.

Mi mirada se dirigió a la pequeña figura al lado de él, una mujer de contextura delgada, una chica realmente bonita para ser sincera, no parecía nada confundida sobre esto, su mirada me recorrió con desprecio y no entendí por qué pero realmente no me interesaba saberlo.

Me levante con cuidado del sillón, mis heridas rozaron la suave tela del pijama y mordí mi labio evitando cualquier sonido de dolor, camine a paso decidido hacia la escalera no quería estar aquí con dos hipócritas que actúan de manera tan relajada y normal ante esta situación.

AL pasar por alado de James él toma mi brazo y chillo adolorida, el me mira confundido soltándome lentamente, su ceño fruncido viaja hasta Kael y luego hacia mí.

—¿Estas bien?.

La ira floreció en mi pecho y apreté mis puños clavando mis uñas en la palma de mi mano furiosa.

—Que mierda te importa, imbécil,—escupí con ira.

—Bonita, tranquila, —dijo Kael tomando mi mano y apartándome de James llevándome a las escaleras, me solté de su agarre como si quemara y lo mire con asco.

—No me toques, —dije entre dientes a Kael.

—Ve a la habitación.

No me negué, no iba soportar estar viéndole la cara a James, no me apetecía.

Cerré la puerta de la habitación y me senté en la orilla de la cama, mirando desde ahí el bosque, esa parecía ser mi única entretención.

—Bonita habitación, ¿no crees?.

Mire por sobre mi hombro a la chica que llego con James, ella me miro con una sonrisa totalmente falsa e ingreso a la habitación, mirándola detalladamente.

—No me gusta,—dije con sinceridad.

—claro, tus gustos y los de Kael no son los mismos.

—No lo son, —afirme.

—Él se esforzó mucho eligiendo la decoración de esta cabaña,— hablo con celos cargados en cada palabra.

—Créeme que me importa bastante poco.

—Eres una malagradecida, niña.

Sentí mis mejillas arder y no sabía exactamente que emoción me estaba embargado justo ahora.

—Tú no sabes por toda la mierda que he pasado,— la mire con rabia.

—No sé porque estás aquí, jamás podrás complacer a Kael como se merece,— musito viéndome con asco,— eres una niña, lo que el necesita realmente s una mujer.

—¡Pues entonces ve y follatelo!, ¡me harías un gran favor si me lo quitaras de encima!.

—¡realmente no sé qué te vio si eres una niñita inmadura y llorona!.

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