IX

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Celine.



—Si lloras no es tan divertido, bonita.

—No quiero, —sollozo, —por favor suéltame, me duele.

Sus ojos esos ojos tan profundos, era como ver un pozo sin fondo, sin escapatoria. Pestañee sintiendo las lágrimas bajar por mis mejillas.

El paso su pulgar por mis mejillas quitando cualquier rastro de lágrimas y se inclinó para besarme, moví mi cabeza y sacudí mi diminuto cuerpo bajo el suyo.

Él estaba sentado sobre mí, dejándome casi inmóvil, había amarrado mis manos a la cabecera de mi cama y estaba besándome...tocándome.

—¡Mamá!, ¡ayúdenme!, —dije llorando, con desesperación, mi cuerpo temblaba y no lo podía controlar.

—Shhh...no hay nadie, solo estamos nosotros dos, pequeña.

Sentí su mano acariciando mis muslos y grite lo más fuerte que pude, no quería.

—¿Po-por qué me haces daño?, —solloce.

Sus caricias pararon y tomo mi quijada haciendo que lo mirara directamente a los ojos, a pesar de que las lágrimas nublaran mi vista podía ver esos ojos y esa sonrisa que tanto me atormentaban.

—Porque eres mía, Celine.

Negué ante sus palabras, no era de él, no era un objeto.

—Lo eres y lo sabes, bonita.

Cerré mis ojos y solloce. Sentí su respiración en mi oído, y quise llorar ahí mismo, intente hacerme a un lado pero era algo inútil. Su mano subió desde mi rodillas hasta los muslos y masajeo lentamente, mis sollozos no paraban era algo que no podía controlar igual que mi acelerado corazón. Cuando sus fríos dedos hicieron contacto con mi intimidad me estremecí y solté un grito con todas mis fuerzas.

—¡No!,— grite moviendo mis manos junto con mis piernas, —¡No, por favor ya no me hagas daño!.— Unos brazos rodearon mi cuerpo mientras sollozaba y pataleaba para que me soltara, —¡Por favor!, —suplique moviéndome con desesperación entre los brazos de la persona.

—Shhh...tranquila, ya no está, ya no está cariño,— la voz de mi madre causo como un tranquilizante para todo mi cuerpo, y me acurruque entre sus brazos mientras sollozaba.

Mi madre masajeo mi espalda y acaricio mi cabello hasta que mi llanto fue disminuyendo, había un silencio donde se escuchaba mi respiración irregular y uno que otro sollozo.

Me separe lentamente de mi madre sintiendo mi cabeza palpitar con fuerza y un dolor horrible en mis cienes. Mi madre me veía con preocupación y tristeza, mire a mí alrededor con temor pensando que estaría Kael pero no, pestañee varias veces confundida al ver las paredes completamente blancas, era un cuarto completamente desconocido para mí.

—¿Do-dónde estamos?,— pregunte temblando ligeramente.

Mi madre sobo mis brazos, —en el hospital, cariño.

—¿Pero por-por qué?.

—¿No recuerdas?, —negué con la cabeza y limpie el rastro de lágrimas que había en mis mejillas,— ese malnacido las va a pagar, preciosa no te preocupes.

¿Kael?, ¿Me pillaron con Kael?, ¿Ya lo atraparon?.

—Hablas de—

—Si cariño, —dijo asintiendo con la cabeza un par de veces, — no lo pudieron atrapar pero gracias a Kael estas bien, gracias a él, que te salvo de las garras de ese asesino estas viva, —mire a mi madre y sentía como mi cuerpo se tensaba ante sus palabras, negué con la cabeza sintiendo como mi corazón se aceleraba, mire como los ojos de mi madre comenzaron a llenarse de lágrimas y cuando quise gritar de frustración un nudo se formó en mi garganta y no pude emitir ninguna palabra o sonido, —y-yo no sé qué hubiera hecho si ese desgraciado te hubiera hecho daño, mi niña, jamás me lo hubiera perdonado.

Obsesión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora