XI

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C A P Í T U L O     1 1


Kael.

Patético.

Esa era la palabra perfecta para describirlos, son tan emocionalmente inestables que me dan ganas de vomitar.

La gente se ve realmente estúpida cuando siente, cuando se deja llevar por las emociones. Los sentimientos son una estupidez de la cual se aferran para poder hallar en ellas algo en lo que pensar, pero no es más que algo ligero que uno siente y que cuando ya lo tenemos, nos aburrimos y nos deshacemos de él o al menos eso es para mí.

Miro atentamente el computador mirándolos con una mueca de disgusto y me recargo en la silla, era tan fastidioso verlos, ver como ambos podían ser tan inestables y estúpidos.

Escuche como la puerta se abría de mi nueva habitación y cerré los ojos apretando el puente de mi nariz con incordio.

—Eres un maldito hijo de perra, Kael.

No tenía que girarme para saber que era Elena, era la única que tenía el valor suficiente para insultarme con bastante molestia, incluso Celine cuando me insultaba veía sus tentadores labios temblar de miedo, en cambio Elena lo decía sin temor alguno.

—Me sigue jodiendo que entres a mi cuarto sin tocar.

—Y te seguirá jodiendo.

—¿A qué demonios viniste?, ¿acaso no fui claro cuando llegamos a Dallen?— pregunte con cierto tono de burla.

Gire mi silla hacia donde estaba ella, la cual rodo sus ojos y bufo tirándose en mi cama.

—No es eso, idiota.

—No quedaste satisfecha con la follada que te di ayer por la noche y vienes por más.

Ella tomo con rapidez una de mis almohadas y me la lanzo, la esquive antes de que se estrellara contra mi cara y me reí al verla fastidiada.

—Para eso tengo a otros que me follen, Kael. Tú sigues sin impresionarme.

Sonreí.

—Nunca he querido impresionarte, —dije cruzando mis manos sobre mi regazo.

—Entonces ¿por qué tantas poses y en diferentes lugares?.

Le sonreí de medio lado y pase mi mano por mi desordenado cabello arrebatándolo más.

—Me aburrió la cama, además, no sé de qué te quejas ya te dije no estoy buscando impresionarte mientras follamos, solo lo hago porque quiero y que tu estés abierta para mi donde sea no es mi problema, Elena.

—Bastardo, —dijo levantando su dedo de en medio.

Me encogí de hombros.

—¿Por qué ella?.

Alce una ceja mirándola como si no entendiera a que se refería, —no sé de qué hablas.

—No te hagas el imbécil, Kael. —Dijo sentándose en la orilla de la cama, — Sabes perfectamente de quien hablo.

—¿Y?.

—Quiero saber que quieres hacer.

—Sigue queriendo, —dije girando mi silla y cerrando el computador, me levante de la silla dispuesto a echar a Elena de mi casa, ella noto inmediatamente lo que iba a hacer y se levantó para tomar su chaqueta e luego irse.

Elena era una de las pocas personas que me entendían en cuestión de segundos y sin siquiera hablar, de lo único que nunca pudo indagar era sobre el tema de Celine y era algo de lo que no nunca se iba a enterar. Si, bien Elena podía ser mi folla-amiga pero era eso y nada más, sabia un poco de mi vida y nada más que eso. Jamás la deje averiguar nada, ella sabía perfectamente lo que le convenía.

Obsesión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora