Capítulo 22 - Visita al veterinario

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Tan pronto como llegó se fue a bañar al perrito, pues él estaba todo sucio y ya no quería que estuviera así. Lo metió a la regadera y lo dejó bien mojado, le puso shampoo del que él usaba y poco a poco se le fue cayendo toda la suciedad.

—Estás como nuevo —le dijo después de cerrar la llave.

Lo tomo con una toalla y comenzó a secarlo. El perrito se veía menos triste de como lo había encontrado, estaba limpio y se veía hermoso. Buscó una caja para ponerlo ahí a que durmiera.

—Esta caja será tu cama por esta noche —puso al perro dentro, y se echó.

Sacó las croquetas y le dio unas en un sartén. El perrito se las comió con gusto, se notaba que tenía hambre.

Ya que terminó de comer, José Luis se lo llevó a la sala, se puso a ver tele y lo acostó con él. El perrito ya no le había gruñido a José Luis, pues sólo había sido su instinto que lo hacía no confiar en las personas, pues no todos reaccionaban como él así de amable. Se quedó dormido, pues en la calle no siempre podía descansar como ahora lo podía hacer.

Más tarde llegó Raúl, feliz de haberle caído bien a la familia de Ashley. Se sorprendió al ver al perrito.

—¿Me perdí de algo? —cuestionó señalando el perrito.

—Raúl, te presento a tu nuevo sobrino —le dijo José Luis.

—¿De dónde lo sacaste?

—Él me encontró a mí, hace un rato —sonrió mientras lo acariciaba.

Raúl no entendió, pero José Luis le contó como había pasado todo. También le pareció un perro hermoso. Le platicó que pensaba llevarlo al siguiente día con el veterinario para cerciorarse de que todo estuviera bien.

—Espero que se te olvide un poquito todo el asunto de Hanna —le dijo Raúl.

—No había pensado en ella hasta que me dijiste —lo vio mal—. ¿La viste?

—Sí, la verdad no se miraba muy bien. Me dijo Ash que anoche llegó tomada. Ya no le digas nada por lo pronto.

—¿Y cómo le hago? Ella siempre me sigue el juego, pero sigue con su Juan.

—Ya no le des tanta importancia, al menos no frente a ella. Trata de seguir con lo tuyo sin meterla.

—Lo intentaré.

—¿Ya le tienes un nombre al perrito? —le preguntó Raúl.

—No, aún no pienso en ninguno. Mañana le diré a Yahel si me acompaña con el veterinario, tal vez se le ocurra algo lindo.

—Me la saludas. Ya me voy a dormir, luego mañana no me voy a poder levantar.

Raúl se fue a su habitación, mientras que José Luis se quedó otro rato viendo tele, pero después se fue a acostar y se llevó al perrito. Lo metió en la caja y él se acostó a dormir.

Pasaron las horas. Al despertar, José Luis se dio cuenta de que el perrito estaba a un lado de él, no en la cama, en el piso.

Antes que nada le dio de comer. Después le habló a su hermana para invitarla a comer, le dijo que la esperaba en su casa.

Así pasó la mañana, como todos los días, los chicos se arreglaron para irse a trabajar. Y a la hora de la comida, José Luis se salió pronto para irse a su casa.
Pocos minutos después de que llegó a su casa, llegó su hermana. Él salió a encontrarla.

—¿Quieres que salgamos a comer o hacemos algo aquí? —le preguntó José Luis a Yahel.

—Ya hubieras hecho algo en lo que llegaba —respondió—. Ya se hará tarde para comer.

Corazones CompartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora