Capítulo 33 - ¿Qué hacemos?

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—Hanna, por dios, estás muy tomada —le dijo José Luis—. Vamos, regresemos a tu habitación.

—No —se quitó antes de que José Luis la tratara de llevar a su habitación—. Me quiero quedar contigo.

—No es posible, nos estamos arriesgando mucho estando aquí, más si te quedas a dormir conmigo.

—Por favor, José Luis, déjame estar contigo.

Insistió tanto que prefirió que se quedara con él a que siguiera insistiendo y terminada despertando a todo mundo. La dejó entrar. Y tras ella cerró la puerta.
Hanna se lanzó a sus brazos cuando él se giró a ella.

—Vamos, Hanna, es hora de dormir —le dijo José Luis, que se notaba en su voz el cansancio.

—No quiero dormir —respodió ella.

José Luis hizo el esfuerzo de llevarla a la cama, como pudo lo hizo. Hanna se negaba, pero al final se acostó a un lado de José Luis.

—Como que hace calor aquí —dijo Hanna y empezó a quitarse la blusa.

—No te quites la ropa —le dijo José Luis, pero no sirvió de nada, se quitó la blusa y luego el pantalón, quedando solo en ropa interior.

—¿Por qué no te quitas la ropa tú también? —le dijo tratando de desabrocharle la camisa de la pijama, pero José Luis no la dejó.

—Ya, Hanna, por favor, quiero dormir.

—Y yo quiero estar contigo.

—Estás aquí conmigo.

—Pero íntimamente.

José Luis dio un suspiro, trataba de relajarse, de no perder la paciencia.

—Hanna, estás muy tomada, y si te dejé entrar fue porque no quiero que despiertes a los demás, yo no quiero aprovecharme de ti, pero si no te quedas tranquila voy a tener que sacarte de aquí y llevarte a tu habitación.

Hanna no dijo nada, se acostó mirando para el lado contrario de donde José Luis estaba. Luego volvió a verlo.

—¿Me puedes abrazar? —dijo finalmente Hanna.

José Luis extendió su brazo y ella se acostó en él, así fue como se pudo quedar dormida, pero él no podía dormir. Se quedó pensando en Hanna y su forma loca de tomar. Jamás pensó verla así.

Pensando y pensando se quedó dormido, pero el siguiente día se despertó temprano. Se dio un baño, se cambió y se sentó en la cama.

Minutos después alguien tocó la puerta de su habitación. Se preocupó, pues Hanna aún dormía en su cama.

—José Luis, ¿sigues dormido? —dijo Antonio desde afuera.

—Lo que me faltaba —dijo José Luis para él mismo.

Intentó despertar a Hanna, pero ella estaba muy dormida y lo logró en absoluto.
Se levantó, cubrió a Hanna con las sábanas, puso su maleta a un lado para disimular, tomó las llaves de la habitación y salió sin abrir completamente la puerta, para que Antonio no alcanzara a verla. Funcionó, no logró verla.

—¿Vas a salir? —le preguntó Antonio a José Luis.

—Voy a caminar un poco —respondió José Luis—. ¿Quieres ir?

—Vamos —comenzaron a caminar—. Fui a hablarle a Hanna a su habitación y no responde. Le hablé a su celular y suena adentro, pero tampoco responde. ¿Tú crees que se haya salido?

—Con esa borrachera que se puso anoche no creo que tenga ganas ni de levantarse, de seguro está dormida todavía.

—Ella nunca toma así, me sorprendió mucho verla así.

—También me sorprendió, no creí que fuera capaz de eso.

Esa mañana Antonio y José Luis platicaron mucho más de lo que siempre, cosas sobre su vida privada y acerca de sus familias, algunas cosas que jamás le habían confiado a nadie más. Era increíble la forma en que José Luis admiraba a Antonio, siempre había pensado que él era un hombre trabajador que había luchado por sus sueños, pero ese día su admiración y su confianza hacia él creció más. Estuvo a nada de decirle que amaba a su hija, pero se arrepintió.

—Estoy seguro de que Steven y Hanna —habló José Luis— van a traer una resaca terrible, y yo tengo el remedio perfecto. ¿Por qué no vamos a comprar lo que se necesita?

—Se merecen esa resaca y más por andar tomando así —respondió Antonio—. Pero sé que se siente horrible, así que vamos.

Se dirigieron a comprar las cosas y en el camino José Luis recibió un mensaje de Hanna preguntándole dónde estaba y que si podía ir con ella un momento. A él le alegró eso, pues significaba que ya estaba en su habitación. No le respondió en ese momento.

Ya que compraron lo que necesitaban volvieron.

Al regresar al hotel José Luis hizo la mezcla de todos los ingredientes, eso era demasiado asqueroso, lo dividió en dos partes y le dijo a Antonio que se lo diera a Hanna. Él se lo daría a Steven.

José Luis llegó a  la habitación de Steven y tocó la puerta, pronto le abrió. Notó en su cara la desagradable resaca.

—Llegué en buen momento —dijo José Luis—. Tómate esto.

—¿Qué es esto? —preguntó Steven—. Lo único que lograrás es que vomite más pronto.

—Es el mejor remedio del mundo para la resaca, probado y recomendado por mí, así que tómatelo.

Steven lo tomó con mucho asco y le hizo caso a José Luis, se lo tomó.

A las 12 del día tenían que salir del hotel. Antonio había rentado otra camioneta para llevar a sus colaboradores al aeropuerto.

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Notas de la autora

¡Hola! Aquí les dejo el capítulo 33 de la historia. Espero que les guste. No olviden dejar su voto.

Lo siento, olvidé actualizar la semana pasada, así que esta semana tendrán capítulo doble.

L@s quiero.

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