Enamorado de San Potter. →Drarry ←

Capítulo 66.

Hermione y Luna llegaron a la habitación de la segunda planta  al fondo.

Draco estaba atado de pies a cabeza, con los ojos cerrados y sudando.

En la esquina de su boca se veía caer el liquido carmesí.

Hermione miro a Luna, se tomaron de las manos en un vago intengo de darsen ánimos.

Ambas asintieron.

—¡Expelliarmus! —Grito la rubia. La varita de Nymphadora voló por los aires, a unos 3 metros de distancia.

—¡Accio cuchillo! —La castaña recibió el arma corto punzante y la boto lejos de las tres.

Nymphadora no tuvo tiempo de pensar, cuando mandaron el siguiente hechizo.

—¡Alarte ascendare! —y Nymphadora salió por los aires, chocando así con una pared que se hizo añicos rápidamente.

Ambas chicas se volvieron a mirar.

Al menos el plan A resultó. Draco ya no estaba en peligro con aquella mujer.

—¿Que intentan idiotas? —preguntó Nymphadora riéndose. —¿Creen que esto me duele? ¿acaso aquellos hechizos de escuela podrá vencer todo mi poder? —se levanto de una, y con su mano derecha mando una ráfaga de viento, Luna salió volando de aquella habitación.

Hermione sudó frío.

—¡Dejalo en paz! Solo eso queremos.

—Y tu Hermione. La persona en la cual más confíe y más me decepcionó. ¿Ahora defendiendo al chico que te insulto por tantos años? Llamandote sangre sucia, sabelotodo, y muchos sobrenombres más. ¿acaso te olvidas del bello tatuaje que te dejo mi tía en tu brazo?

Inconscientemente, Hermione paso su mano por el doloroso recuerdo.

No.

No dejaría que ella saliera con la suya, ya esas cosas habían pasado. La gente asume y madura, olvida y sigue.

Draco siguió, Bellatrix murió y nada de eso importa en este preciso momento.

¿Pero, como matarla?

O devolverla de donde vino.

El tiempo no estaba a su favor.

—Tic toc señorita Granger. Le haré solo una pregunta a la bruja más inteligente de su generación. Para usted, ¿cree en verdad que el señor Draco Lucius Malfoy Black ha cambiado?

Hermione no entendía para nada aquella pregunta.

Obvio que ha cambiado, ella misma lo ha comprobado.

Solo era una distracción, pues Nymphadora le mando al rostro una bola de fuego.

Menos mal logró esquivarla a tiempo.

Pero no fue solo esa, fueron varias al mismo tiempo, pero no era un fuego que quemaba y ardía.

Era un fuego negro, que enfriaban y endurecía.

Como pudo, esquivo algunas. Otras, colapsaron en sus piernas y tronco.

Cada que Nymphadora lanzaba aquellas bolas de fuego, se acercaba más a Hermione, hasta quedar al punto que chocaban sus narices.

—Bu. —le susurro ella.

E introdujo su mano en el pecho de la castaña, buscando su corazón para quitarle la vida.

—¡Confringo! —Y la silla choco fuertemente en el torso de Nymphadora.

Hermione le sonrió a Draco, dulce y sinceramente, después se desplomó al suelo.

Era hora de manejar las cosas a su antojo.