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— Me parece ver cierta incertidumbre en sus ojos. Dígame, ¿que le inquieta tanto?
— Sólo es la preocupación natural de de un ser querido.
—Le reiteró. Su prima esta en buenas manos.
—Sí— Musitó.
Gilian y Babel se despidieron para volver a su casa.
Babel se pasó el resto de la tarde pegada a la ventana que daba a la calle, aguardando la llegada de Harmony. El sol se empezó a ocultar, y las nubes nublaron el día, mientras que la ansiedad consumía a Babel.—Ire a dar una vuelta — Dijo a nadie en particular, pues estaba sola en la habitación. Se retiró del salón tomándo una prenda extra para cubrirse del frío.
Salió a las ya, casi obscuras calles de Londres. Todo estaba muy en paz, las avenidas eran concurridas aun, pero el tono tranquilo que daba la ausencia de los autos era sublime.
Caminó hasta el final de la cuadra, virando a ambos lados del cruce.
No vió nada, todo estaba en completa soledad, a excepción de unos cuantos carruajes, decidió volver encontrando completamente inútil su cometido.Una vez que lo meditó, se percató de la fachada de una tienda, roja con letras doradas, era una floristería. La recordaba de aquel día cuando conocía a Lady Brawn.
Se mordió el labio pensativa.
Tenía que investigar. Así que emprendió curso, esperando que su memoria no le fallara. Pasó por una avenida que reconocía en su totalidad, un árbol con las hojas marchitas por el invierno; también lo recordó. Dio vuelta ahí, siguiéndo derecho, pasó enfrente de un par de casas gemelas color aceituna«¿Como olvidar ese color?».
Era espantoso.
Siguió su camino, hasta un nuevo crucé donde el suelo se volvió menos liso y más rocoso, sintió la misma molestia para caminar que aquella vez.
«Estoy cerca».
Prosiguió a tráves del sendero inhóspito. Los tacones se le clavaban entre las grietas de una calle gastada por el tiempo.
Hastá que llegó al callejón, era ese, el lugar dónde todo inicio. El corazón dio un vuelco cuando se asomó en la obscuridad de aquel pasillo.
Se adentró como si el suelo fuese de cristal, toco las paredes, cada borde de cada ladrillo, estremeció el suelo con su peso, intentando que pasara algo; lo que fuera. Y la decepción inundó sus ojos derramando lágrimas desenfrenadas, cayó tendida en el asfalto, dejó que su vestido se manchase con el lodo provocado por la lluvia que atesto el cielo de un momento para otro, haciendo que las gotas se mesclaban con su sollozó.
Y es que no sabía que esperar, ante sus ojos sólo era un simple callejón como cualquier otro, porque imaginó que estando allí algo fuera a cambiar.
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En la edad del tiempo ©
RomanceBabel Esparza es una joven curiosa e impetuosa chica de 19 años que cursa apenas su primer año de nivel superior, vive en Inglaterra con su hermana mayor Hasta que un día le ocurre lo más inesperado, que la obliga a correr a un refugio el cual enc...