13.5 Sin sobresaltos.

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El sol se ocultó y salió nuevamente por la mañana. El doctor Jhonson fué llamado para verificar las condiciones del estado de salud  de Babel, y saber su pronóstico.

— Me impresiona señorita Browning — Dijo el hombre pelinegro retirando el ovijo del estetoscopio de su oreja. — Su salud a mejorado considerablemente.

— ¿Estará bien? — Preguntó Emily desde la puerta. Tan pronto como Jhonson giró la cabeza para enfocar las mejillas de la mucama se colorearon.

— Puede apostarlo — Respondió con una sonrisa afable. — Nunca había presenciado una mejoría tan rápida.

— ¿Cuánto más tendré que guardar reposo doctor? — Intervino Babel sacando a su amiga del transe en el que se encontraba atrapada bajo la mirada de Jhonson, quién inmediatamente volvió con Babel. — No deseó seguir un día más en cama; lo siento señor, pero soy una pésima paciente.

Esté soltó una risa contenida pero igual de calurosa.
— No sé preocupe señorita, usted puede deambular por la casa cuanto guste.

— Esas son buenas noticias. — Contestó la morena entusiasta.

— Aun no acabo señorita. — Se apresuró a decir. — Sin embargo, el clima está un poco tempestuoso para salir. Así que recomiendo que no salga ni a caminatas o excursiones por el pueblo.

Babel captó a lo que se refería, ya que muchos en el pueblo ya la conocían como la chica intrépida de Essex — entré otro comentarios nada honorables — los diarios ya empezaban a hablar de ella y su recurrente abercion a los problemas. Su reputación no era la mejor.
Por algún motivo su escapada al mercado clandestino ya era de dominio público y ahora los tabloides sacaban provecho de éste hecho tan insignificante para Babel pero terriblemente perjudicial para la familia que los acogía.

El periódico se había quedado a un costado en el lomo del buro, boca abajo pues a Babel ya no le daban igual los chismes que se esparcían sobre ella; chismes que seguramente llegarian a oidos de todos los habitantes de Benford Parck,

"A todos" se recalcó.

La chica observó los cobertores divagando en sus pensamientos hasta que subió la mirada para preguntar a su médico:

— ¿Ni siquiera a los jardín? — Dijo lastimera.

— Los jardines están expuestos al frío; así qué no señorita. Lo mejor es evitar la intemperie hasta su completa recuperación.

— Entiendo — Aceptó apretando lo labios.

— Tome muchos líquidos.— Recomendó mientras se levantaba — Vendré la siguiente semana.

— Gracias.

Jhonson salió del cuarto pero antes se detuvo un segundo para mirar a la joven castaña que se encontraba justo a lado para después desaparecer tras la gruesa madera sepia.
Emily abrió la puerta casi en seguida ausentandose un par de minutos.

Después entró a la habitación en silencio, desplazándose tranquila hacía la ventana apartando la espesa tela de los grandes cristales que daba pasó a un pequeño balcón — al cuál no accedió — en su lugar recargó la cabeza en el muro y se quedó quieta.

Babel la miró desde la cama unos minutos; al hablarle en tres ocasiones se puso de pie para hacer compañía a su amiga.

Ambas reunidas en la ventana vieron marcharse al hombre de hoyuelos en su sonrisa. Babel contempló el brillo en los ojos de la chica a su lado quién suspiró al verlo desaparecer montado en su caballo pinto tras las rejas imponentes de la propiedad.
Babel no sé percató hasta ese instante que podía ver la entrada principal desde su alcoba, no con demasiada claridad; pero si lo suficiente para  ver un carruaje entrar al tiempo que el doctor Jhonson salía.

En la edad del tiempo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora