Capítulo 3 - Sociedad.

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"Solamente el individuo que no se encuentra atrapado en la sociedad puede influir en ella de manera fundamental"

~Jiddu Krishnamurti

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Miró por la ventana. Un paisaje vislumbra su vista, lo único no lamentable que podía rescatar.
Todo era muy pacífico.
Respiró el aire natural. Sus ojos se entrecerraron, cuándo volvió la sensación de decepción que recorría su cuerpo cada cinco minutos. Realmente creía que Lady Brown podría ser más útil de lo que en realidad fue.

La puerta se abrió de tras de ella.

—Babel, ven linda—Era la Sra. Brawn. Resplandecía, su sonrisa le cubría la mitad del rostro. Extendió sus brazos—Él Señor Brawn y Harmony están abajo.

—¿Harmony?

—Mi hija, la más joven. Volvió de su viaje con su padre. Quiero que la conoscas, ponte presentable y baja.

—Sí, porsupuesto—Dio una sonrisa difuminada, quedando nuevamente consigo misma.

Ya había transcurrido una semana posterior a su llegada. Las cosas permanecieron muy calmadas. Gillian, como había revelado Lady Brawn que era su nombre, y quien insistió en que la llamara por éste, había sido discreta, salía un par de veces a las calles de Londres, para despejarse de su confinamiento, pero sólo era por poco tiempo.

A los dos días de su estancia, Gillian mencionó que la gente comenzaba a hablar, se escuchaban por los rincones las diversas teorías de quién era el misterioso inquilino que habitaba en su hogar. Supuso que alguno de sus criados pudo haber cotilleando sobre su enigmática invitada.

Babel por su parte, también sabía ser discreta. Aprendió a evadir las constantes cuestiones que le hacia el personal. Le gustaba hablar mucho con ellos, eran muy agradables y amabales, no tenía más objeciones más que su constante intromisión a los asuntos que no les competencia.

Al cabo de unos dias más, estaba convencida de que soltaría blasfemias a todos si no la dejaban tranquila con ése tema. Si había algo que caracterizaba a esa época, sería la inmensa muestra de ocio mesclado con impertinencia.

Sin embargo, agradecía eternamente su compañía, cada vez que se encontraba sola en la casa.

Bajó a la planta inferior, con pasos tímidos, podía oir una conversación en susurros, con risas ahogadas. Siguió avanzando hasta llegar al recibidor donde las voces tornaron más coherencia.

—Madre, Herefordshire es tan tranquilo, el aire puro se respira, inunda mis pulmones. Los hombres no son tan acaudalados aquí en Londres, pero son tan amables en un condado donde poco tienen que aparentar y Jenny ha sido muy instructiva en mi estadía.

En la edad del tiempo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora