Capitulo 6 ~ Gökalp

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«Si la vida me hubiese advertido sobre los acontecimientos ocurridos, el dónde estaría en este momento, si me hubieran plantado una bofetada, una imagen ilustre, jamás, jamás lo hubiese creído, hasta haberlo vívido como hoy .
Las cosas no se hubiesen desbordado tanto como ya estaba hecho, mis manos perdieron el control de todo. Mis declaraciones son las consecuencias de éste terrible dolor. Me han arrebatado todo. Ya es tarde para elegír, y ahora debo vivir con ello el resto de mi vida...una vida vacía y sin sentido... donde él ya no está »

Tronó el cuello flexionando a cada lado. Llevaba ya veinte minutos aguardando.
El hombre detrás de la barra secaba los vasos frenéticamente con un trapo inmundo, que de cierto modo le causaba repulsión.
Su mirada se cruzó con la de él. Se sorprendió cuando los vio relucir de un particular recelo.

Agitó la cabeza apartando su vista para tomar el pequeño vaso de whisky en su mano pasando el líquido de un sólo trago. Sintió esa sensación caliente que quemaba su garganta provocada por el alcohol. Arrugó la nariz.
La sensación agria casi desapareció de su memoria. Llevaba casi un mes sin una gota de alcohol.

Una mano tocó su hombro, no pudo ver su rostro hasta que viro ligeramenete su mentón.
Apretó la mandíbula y su frente se arrugó.

- General Beckett - Dijo el mercenario disfrazado de militar. Su mano aun no dejaba su hombro.
Cruzó por su cabeza la idea de facturar su muñeca. La sensación de que alguien lo tocara y menos que lo abordarán por la espalda en lo absoluto era de su agrado.

Pero iba en un plan diplomático (dentro de lo que cabía), así que tendría que controlar sus impulsos para proteger sus propios intereses. Sabia dominarse bastante bien, un rasgo que lo hacía sentir orgulloso, aun que pareciera pedante.

Se giró en el asiento colocando el vaso en la barra.

- Coronel Davies - Respondió alzando el mentón para ver mejor a su negociante. Un hombre maduro no mayor de los cuarenta, su rostro aún conservaba cierta juventud pero el gris en su cabello revelaba su deducible edad, además que tenía esa característica mirada que reflejaba la experiencia de sus años.

Conocía muy bien la reputación de aquel caballero; si es que se le podía dar un adjetivo , las historias atroces sobre sus acciones no eran un secreto. Cualquier que se cruzara en su camino podría contar una anécdota nada favorable sobre él. Se le catalogaba como lo más bajo de la monarquía, una escoria vil, peor que un animal, un hombre sin horno, escrúpulos, ni decencia no se merecía llamar hombre. Tantas advertencia llegaron a sus oídos. Y aun que jamás confiaria en la palabra de un mercenario, era necesario esa reunión.
Después de todo era el emisario enviado para concretar la transacción.

En la edad del tiempo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora