9.3 ~ Incitación.

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Esbozó una sonrisa con tenorio, un rasgo de el que sabía usar a la perfección.
Había usado ese recurso con anterioridad en sus excursiones por el pueblo.

Avivó el recuerdo de un paseo por el parque cerca de los mercados de abastos. El momento más significativo de aquel día perfecto fue ni mas ni menos que el de una pequeña en apuros que llevaba una carretilla en la que transpotaba pan casero, la rueda se salió de su eje, dejando la en apuros con todo el peso de la bandeja. Philips de inmediato acudió en su ayuda, quefaban unas pocas piezas de maíz así que mientras el sostenía el peso Harmony y la pequeña sacaron su contenido, incluso la acompañaron a su casa a los suburbios más inospitos. Philips había de insistir en ello.

Ese día fue uno de más reveladores, decidió que un hombre así en su vida era una idea que le emocionaba.
Hacía poco tiempo que lo conocía, pero si de algo estaba segura era de que debía ser un buen hombre.
Un esposo de buena cuna, atractivo y con un sentido de altruismo nato.
Que más podía pedir.

— ¿Señorita?— Su rostro se inclinó aun con su sonrisa extendida y sus ojos en forma de media luna.

Borro su cara embelesada en un segundo.

— Perdone.

— Que bueno que la tenemos de regreso. ¿A donde fué? — Apuntó la vizcondesa pícaramente.

— Dis...

— Disculpela, prestar atención no es una cualidad que defina a Harmony — Señaló Joselín colocando su mano sobre el hombro de su hermana.

— Exhibir a su hermana no la hace ver mejor señorita Brawn.

— No sea tan dura vizcondesa. Aun estan aprendiendo — Intervino Lady Campbell. Su instructora en turno. — Le aseguro que he pasado suficiente tiempo con ellas para afirmar que ambas recompensan sus defectos con sus muchas cualidades.

— No lo dudo. — Apretó los labios — Philip querido, por que no sacas a bailar a tu prometida. Estoy segura de que la señorita ha reservado su espacio en la pista para tí, después de todo eres la luz de sus ojos, ¿no es así señorita Brawn?

Harmony se puso tan colorada como un tomate.

—Lady Catherine, considero que esas palabras alimentar excesivamente el ego de un hombre, y pone en una posición incomoda a la señorita.

— Señor Alexander, usted dice que cultivar devoción a; en éste caso, compañero de vida; ¿es excesivo?. Me sorprende viniendo de usted, especialmente por que es de su gran amigo de quién habla.

— Idolatrar no es lo mismo que la devoción, y aun si así fuese, en todo caso es la señorita Brown quien debería decir esas palabras.— Reveló con una calma cautelosa —Y con todo respeto, digo esto por que es precisamente del señor Woodgate de quien hablamos — Mostró una risa controlada para disimular la seriedad del tema.

En la edad del tiempo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora