6.1 ~ Azar

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La embarcación zarpó y tres días ya habian transcurrido.
Los pies del individuo retrajeron su balance hasta recargarse en una superficie sólida. La dirección de su mirada se repuso en el cielo, estaba obligado a esta acción ya que si por error llegara visualizar el agua bajo el navío su cordura se descompondría reemplazado por un ser manipulado por un manojo de nervios desbocados.

Sus manos se aferraron a los bordes de un barandal pulido, el barco no se caracterizaba por ser espacioso lo que empeoraba las cosas.

Matteo se acercó cauteloso, respetando el evidente episodio de pánico demostrado por su compatriota.

— El barco está a punto de atracar.
Alexander no respondió, sus músculos seguían rígidos contra el muro — Señor Asher ¿cómo lo está manejando?— No pudo evitar colocar cierto humor en la pregunta.

El Teniente Matteo Robinson Highland es un fidedigno aliado y amigo de nuestro querido duque. El título como tal había sido consagrado por sus logros en batallas. Aun siendo un noble continuó con su participación militar.
Por años compartieron batallas, concurrieron juntos en la guerra contra Francia habiendo salvado su vida en la batalla de Waterloo durante el imperio de Napoleón.

Matteo siempre le estuvo agradecido por un día más de vida, sin importar las veces que el duque le restara mérito a su heroico acto. «Hice lo que tenía que hacer» , era su respuesta habitual ante el tema. Pero no cualquiera lo hubiera hecho, sus ideales se sostenían con una decisiva convicción. Era inquebrantable. Pero ese día les dió la oportunidad de coincidir, en desafortunadas circunstancia como aquella, lo importante es que su lazo prevaleció.
Desde ese entonces hasta el presente, lo siguió, esperando la ocasión para devolver el favor y saldar esa abismal deuda.

— Es una maravilla viajar en barco. — Pronunció encogido en hombros. Su rostro anunciaba una fatídica expresión de malestar.

— Se puede ver que la pasa bien. Siempre es un privilegio emprender una travesía con usted.

— ¿Te burlas de mí? — Decendío un ápice su mentón con una curva en sus labios.

— Desde luego que no. Es un deleite perpetuo ser parte de sus aventuras callejeras, atender sus heridas siempre efectuadas tras un acto imprudente y presenciar sus fobias marítimas mientras me mantiene a la expectativa de si conoceré el contenido de su almuerzo.

Alexander talló sus ojos con la punta de los dedos. Resopló en un quejido.

— Un simple "sí" hubiera bastado.

— No me hubiera bastado.— Repuso con una risa mal lograda, Alexander imitó este efecto, apretó los dientes llevando una mano al costado de su dorso. — ¿Todo en orden?

En la edad del tiempo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora