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Tiempo: Temp. 1 Cap. 8 al Temp. 1 Cap. 9

–¡Auch! –un inconfundible quejido de dolor fue lo llevó a Keith a entrar en la cocina aquellas horas de la noche. ¿O era tarde? Tal vez... resultaba difícil determinarlo en el espacio.

En aquel momento la mayoría del castillo se encontraba en calma, principalmente ante el cansancio provocado por la última gran victoria de Voltron contra el imperio Galra. Con la ayuda de la fuerza vital de Allura, el planeta balmera había sobrevivido e incluso salvado a Voltron de la robobestia de Zarkon. Pero muchas más otras cosas habían ocurrido en aquel rescate y como siempre, Keith las enfrentaba solo.

Las puertas automáticas de la cocina se abrieron ante su paso, revelándole la larga habitación iluminada, que en un principio le pareció desierta. Keith caminó alrededor de la isla central en la cocina, donde parecía provenir los quejidos. Tomando firmemente su bayard, liberó su espada por las dudas.

Pero al final, no lo requería.

–¿Hunk? –llamó a su compañero paladín cuando lo encontró de cuclillas en el suelo.

–¡Aaaahhhh! –gritó éste asustado, mientras varios bocadillos alteanos volaron sobre su cabeza. Derrumbado en el suelo de la habitación, Hunk tardó unos segundos en recupera su respiración, antes de volverse en dirección del recién llegado –: ¿Keith? Oh cielos, que susto me has dado. Mi corazón quiere salirse de mi pecho.

–¿Qué haces en el suelo?

–¿Eh? –respondió el joven moreno nervioso –. ¿Yo? Nada –evitando todo contacto visual.

Keith solo tuvo que cruzar sus brazos sobre su pecho y guardar silencio por un par de segundos, para que Hunk sucumbiera ante la presión.

–De acuerdo, de acuerdo –masculló él tratando de levantarse del suelo mientras varios bocadillos caían de su cabeza y hombros –. Quería calmar mi apetito nocturno y por desgracia estamos algo escaso de provisiones. Solo quedan estos raros aperitivos y la masa viscosa y verdosa del dispensador –explicó indicando una de las maquinas incrustadas contra la pared.

–Pero eso no explica porque estabas en el suelo.

–Es que ya había resbalado una vez antes de que entraras –explicó Hunk rascándose tímidamente la nuca en lo que un leve sonrojo pinto sus pómulos –; solo trataba de salvar cuanto bocadillo pudiera. Ya sabes, si los recoges antes de cinco segundos aún son comestibles...

No fue difícil para Keith creer tal relato, el paladín amarillo no era precisamente una persona deshonesta, además de que era sumamente dócil y amable. Tal vez no lo conocía tan bien como parecían hacerlo Lance o Pidge, pero estaba seguro que era alguien de confianza, además... no tenía la pinta de una malvada mente maestra para desconfiar en él.

O tal vez... estaba sobre pensando las cosas demasiado.

–¿Y tú que hacen tan tarde despierto? –le preguntó Hunk repentinamente sacándolo de sus pensamientos y tomándolo completamente por sorpresa. Keith ni siquiera se había percatado que se había quedado en silencio por casi un minuto

–¿Yo? –masculló él desenfocado, pero cuando recordó sus propias razones, no pudo evitar sonrojarse y sacudir su cabeza para sacarse los recuerdos de su mente –. Nada especial –mintió –, no preguntes tanto. Pareces a Pidge –comentó, recordando claramente una noche igual hacia un par de días.

–Es curioso que menciones a Pidge –comentó el joven moreno con una sonrisa –. Por un momento pensé que sería ella, como siempre tiene la mala costumbre de trasnochar. El otro día incluso vi a Shiro regresándola a su habitación en brazos.

Hilos de TelarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora