Mi universo Polydin.
Los paladines de Voltron no solo deben liberar a toda la galaxia, sino también deben comprender que son esos sentimientos que sienten los unos por los otros y descubrir si son reales o solo un efecto más de su conexión con Volt...
Aquella pequeña sala se encontraba a oscuras, solo iluminada por la luz producida por la pantalla de la computadora. Pidge se hallaba sentada en solitario, en uno de los circulares sillones que se encontraban en la sala recreativa del castillo. Una suave cobija de alguna tela desconocía cubría sus piernas, mientras sobre sus muslos descansaba su computador portátil. La paladín verde tecleaba arduamente en lo que descubría cada vez más las infinitas posibilidades para su nuevo león.
Sumergida en su concentración, no se percató cuando las puertas automáticas de la habitación se abrieron, hasta que la entrada de otra persona a la sala provocó la iluminación de la misma.
–¡Arg! – se quejo Pidge frotándose los ojos detrás de sus gafas, segada por el sorpresivo cambio de luz.
–¿Pidge? –escuchó que llamaban su nombre.
–¿Keith? –dijo ella reconociendo la voz.
–¿Qué haces todavía despierta? –preguntó el paladín rojo en lo que avanzó hasta quedar frente a ella.
–Yo podía preguntarte lo mismo –comentó ésta parpadeando efusivamente hasta que sus ojos pudieron distinguir al joven paladín rojo. Keith no llevaba su característica chamarra roja, solo lucia su playera oscura, su cabellera en una corta coleta y su rostro brillaba ante el sudor en su frente –. ¿Qué te paso? –preguntó Pidge con solo darle una mirada.
–Estuve entrenando –contestó éste sin emoción alguna.
Pidge encogió lo hombros sin mucho interés o sorpresa ante esa respuesta. Desde que habían despegado del planeta Arus, Keith se perdía completamente por horas en la sala de entrenamiento, eso podía hasta significar que...
–¿Acaso estas evitando a alguien? –soltó tan repentinamente Pidge que tomó a Keith desprevenido.
–¿Qué? –musitó él.
–Rara vez te vemos en el puente de mando y casi siempre prefieres comer solo. Uno podría decir que nos evitas... o alguien en especial.
La chica acomodo las gafas sobre su nariz en lo que detectó un leve color carmesí en las mejillas de Keith... acaso ¿Se había sonrojado?... Keith ¿Sonrojado? ¿Eso era posible?
–¡No estoy evitando a alguien! –comentó casi en gritos cruzando sus brazos sobre su pecho y evitando la mirada de la joven paladín.
–Como tú digas –agregó Pidge sin más interés en su compañero y volviendo su mirada a la pantalla frente a ella.
–Ahora, me dirás que haces aquí en lugar de la cama –fue Keith quien preguntó en esa ocasión –. ¿Qué tanto haces?
–Descubrí algunas aplicaciones que se encontraba desactivadas en mi león mientras realizaba un escaneo de sus sistemas –contestó –. Al parecer no solo están hechos de una aleación completamente diferente a cualquier material encontrado en la tierra, sino que posen un complicado sistema de programas que desafía la lógica computacional...
–¿En español?
–Son de otro mundo –cortó Pidge con frustración ante la poca paciencia del paladín rojo –. Al parecer poseen muchas más capacidades que volar y lanzar rayos.
–¿Cómo qué?
Sin más, la paladín verde palmeó el asiento contiguo al suyo invitando a Keith a sentarse junto a ella. Él se mostró receloso por unos segundos antes de animarse a tomar asiento.
–Mira –indicó la chica mostrándole la pantalla de su computadora todos los análisis realizados hasta el momento –. Al parecer el material con que están hechos los leones es una aleación altamente energética y con propiedad increíbles; no solo son casi indestructibles, sino que soportan el calor y frio extremo....
Pidge continuó con sus explicaciones cada vez animada en lo que Keith hacía una que otra observación o pregunta. La paladín no tuvo problema en compartirle a su compañero las pruebas que quería realizar y la posibilidad que tenía de crea un dispositivo de invisibilidad para su león. Pidge continuó hablando sin control que no se percató en el momento exacto en que Keith quedo profundamente dormido y solo el peso de su cabeza sobre su hombro fue lo que le delató.
Pidge miró el rostro apacible de Keith y no pudo evitar pensar en apenas unos días atrás había tenido una terrible discusión con él, que posteriormente siguió a una sincera disculpa de su por parte. Ella estaba casi segura que Shiro había tenido algo que ver, pero no importaba; Keith no parecía ser de las personas que no decía algo sino lo sentía de verdad.
Con cuidado de no despertarlo, apartó algunos mechones negros de su frente y pudo apreciar las suaves facciones del joven, lo largas que eran sus pestañas, como su labio semi-partido resoplaban en su sueño.
–¿Quién diría que eres lindo cuando duermes? –soltó Pidge sin pensarlo con un leve sonrisa, pero casi inmediatamente se sintió alarmada por lo que había dicho.
Apartó sus manos del cabello de Keith y trató de continuar con su trabajo, mientras un extraño revoloteo en su estomago le impedía concentrarse.
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