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Tiempo: Temp 1 Cap. 9 – Cap. 10

Sus respiraciones entrecortadas por el increíble esfuerzo físico hacían eco en la habitación. Sus cuerpos agostados y sudorosos permanecían inmobles ante la agradable satisfacción detrás del clímax físico y la adrenalina en sus sistemas. Un extraño pero seductor placer acompañaban a Lance y Keith una vez que sucumbieron al agotamiento fisco de su arduo trabajo juntos.

–Aunque me cueste admitirlo –soltó el joven moreno con la respiración agitada–. Shiro tenía razón. El ejercicio si funciona –comentó con una sutil sonrisa disfrutando la maravillosa sensación de la frescura del piso en su espalda.

A diferencia de su primer entrenamiento juntos, ambos jóvenes se habían acordado (no verbalmente) el evitar los mismos resultados de su intento anterior, e increíblemente, teniendo éxito rotundo más allá de lo imaginado.

Sin darse cuentas, Lance y Keith se enfrentaron en un serio y duro combate, donde sus habilidades físicas fueron probadas al máximo. Ahora por ello sus músculos chillaban de dolor y agotamiento.

–¿Quién diría que estaríamos a la par? –admitió Keith con su extremidades extendidas a lo largo.

–Creo que no sobre-exigimos –comentó Lance haciendo un esfuerzo doloroso para quedar sentado –. Y el colmo fue que Shiro desapareció a la mitad –agregó frotando sus rodillas adoloridas –. Nos manejo tal marionetas ¿eh?... no le vayas a decir que dije eso –le exigió al paladín rojo tan rápidamente se percato de sus propias palabras.

–Mi labios están sellado –aceptó Keith, aún inmóvil y cerrando los ojos.

Y como palabras mágicas de un genio atrapado en una lámpara, esa oración en particular disparó una serie de imágenes en la mente de Lance que habían permanecido bloqueadas durante el entrenamiento. Principalmente recuerdos de los últimos días, que Lance había tratado de olvidar.

–¡¿Por qué quiznak tenía que decir eso?! –soltó irritado tapándose el rostro con ambas manos para ocultar el terrible sonrojo que lo invadía.

–¿De qué hablas? –preguntó Keith quedando también sentado en el piso, pero completamente ignorante de lo que exactamente le sucedía su compañero paladín –. ¿Qué dije? ¿Por qué reaccionas así?

–Hablar de labios no me ayuda a olvidar lo que casi sucede entre...

–¡Alto! –lo cortó Keith de golpe alzando una mano. No necesitaba oír más para entender a lo que se refería Lance. Tal como su color, el paladín rojo, trató también cubrir su rostro en lo que decía –: ¡No hay que hablar de eso! ¡Nunca!

No era solo Lance el único que estaba manejando mal lo sucedido en su último entrenamiento, ni que digamos los nuevos sentimientos que surgían en su ser. Pero el pobre paladín rojo era un bebé en pañales en comparación a la experiencia en el tema que tenía el paladín azul. Prácticamente, era un pez fuera del agua... y eso lo aterraba.

–Estoy de acuerdo –aceptó Lance apoyando sus manos en sus rodillas y dándole la espalda a su compañero para evitar dejar visible el carmín en sus mejillas –. No hay nada de qué hablar.

–Sí, porque nada sucedió –insistió Keith con vehemencia.

–Exacto.

–Así que no hay que hablar de algo que no ocurrió...

–Aja.

–Ni volverá a ocurrir.

–Eh... ¿así es?

–No existió, no existe y no existirá. Ni siquiera como un mal recuerdo...

–¿Okey? –musitó Lance volviéndose hacia Keith en lo que comenzaba a enojarse.

–Solo hay que continuar con la misión como si nada hubiera pasado... porque no sucedió.

–Keith.

–Y ni siquiera hay que aparentarlo, porque no es un hecho ¿de acuerdo?

–¡Keith!

–¡¿Qué?!

Junto cuando el paladín rojo se volvió para enfrentar a su compañero, dos manos los sujetaron firmemente del cuello de su camisa y lo arrastraron hacía adelante. Justo a los labios de Lance.

Fue un beso forzado y estrepitoso. Para nada eléctrico como había sentido Lance con Pidge, pero lo suficientemente fogoso para aumentar el calor entre ellos. O tal vez era el sonrojo de sus rostros.

Fue un simple contacto labio con labio, sin saliva o lengua. Pero lo suficiente repentino para que Keith permaneciera inmóvil los quince ticks que duro.

Recuperando la cordura después de su arranque, Lance apartó al otro paladín completamente horrorizado con lo que había hecho. Al perder el contacto físico, el joven moreno tuvo un primer plano de la mirada de espanto en Keith, sus labios rojos por el contacto obligado y el carmín en las mejillas que lo volvía aún más deseable.

–No no no no no no no no –soltó Lance sin poder coordinar sus ideas y sacudiendo sus manos frente a Keith –. Yo-yo no quería... ¡Eso no paso!

Por un par de ticks más, el paladín espero de todo: gritos, golpes y tal vez una palabrota. En cambio lo que obtuvo fue que Keith lo sujetara de ambas muñecas y lo tirara al suelo. Lance quedo paralizado al tener a al paladín rojo sentado sobre su cintura a horcajadas y con sus manos atrapadas a ambos lados de su cabeza.

–Cállate –dijo Keith acercando su rostro al de Lance.

–¡Eras tú el que no dejaba de decir...! – el pobre chico no alcanzó a terminar su frase ya que sus labios quedaron de nuevo pegados a los de Keith.

Al principio, el contacto no fue diferente a su primer beso, denotando la inexperiencia de Keith; pero al mandar todo al diablo, Lance tomó el control del beso y haciendo rodar el cuerpo de su compañero para quedar sobre él, profundizó el beso volviendo increíblemente fogoso y húmedo.

De nuevo sus respiraciones entre cortadas hicieron eco en la habitación.  

Les había prometido Klance y aquí ésta su Klance

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Les había prometido Klance y aquí ésta su Klance. 

Ya estamos a cuatro capítulos más para terminar la parte que corresponde a macramé.  

Hilos de TelarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora