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Los vrochan era una raza alienígena del cuadrante central de la galaxia. Eran seres con forma reptiliana, altos, delgados y de colas prensiles, pero también muy resistentes a condiciones hostiles y ambientes difíciles. Era la principal razón por la que los galra los habían esclavizado para convertirlos en trabajadores manuales para diferentes minas alrededor de su territorio.

Por siglos, habían sido cautivos y forzados a trabajos forzados. Muchos de ellos no conocían el concepto de la libertar y solo sabían tener miedo.

En cambio la pequeña vrochan que habían encontrado los paladines de Voltron, no mostró ante ellos algún tipo de señal de miedo, en cambio los observaba atenuantemente con sus enormes ojos amarillos, mientras apretaba contra su pecho su raquítico peluche de ocho patas.

–Hola pequeña muchikt –la saludó Coran sentándola sobre unas cajas de carga desocupadas –. Sí, eres una pequeña y linda muchikt –le decía una y otra vez en lo que se agachaba a su altura y hacía extraños movimientos con sus dedos frente a sus ojos.

–Coran –lo llamó Allura en lo que su compañero alteano comenzó hacer morisquetas. El mayor se estaba perdiendo fácilmente ante el aspecto adorable de la pequeña.

–No tienes por qué tener miedo, el tío Coran está aquí para ayudarte –le dijo a la niña sin obtener cambios –. Puedes contarle lo que seas a tu tío Coran, pequeña muchikt. Eres una pequeña y linda... –pero antes de que terminara la frase, la pequeña lo sujetó de los labios y los prensó callándolo de inmediato.

–Creo que no funciona, tío Coran –se burló Shiro con un sonrisa.

Keith soltó un gemido en frustración ante el poco avance que estaban teniendo. Apartó a Coran de la niña que seguía impidiéndole que hablara, y se agachó frente a la pequeña para hacer contacto visual con ella.

–Mira, niña –le dijo este con firmeza –. Necesitas decirnos donde están todos. ¿Dónde están tus padres? ¿Qué sucedió aquí? –insistió enfatizando su voz con cada una de sus preguntas. Pero la niña continuó con su mirada sorprendida, sin inmutarse al tono amenazante del paladín rojo.

Al final reaccionó poniendo su mano sobre la cara de Keith y alejándolo de ella.

–Vaya, Keith –se quejo Lance haciéndolo a un lado –. La estás fastidiando.

–Habrá que recordar en el futuro que Keith es pésimo con los niños –comentó Hunk en voz baja Pidge al otro lado de la habitación, a lo que la joven paladín asentía con la cabeza.

–¿Qué quieres decir con eso? –espetó el paladín rojo alcanzando a escuchar sus susurros.

Pero nunca obtuvo su respuesta, ya que Lance llamó la atención al agregar muy seguro de sí mismo, las siguientes palabras:

–Déjenme intentarlo a mí. Mis hermanos son verdaderos monstruos, así que se manejar a pequeñas criaturas. Hola, chiquilla –agregó dirigiéndose solo a pequeña vronchan –. Mi nombre es Lance ¿tú cómo te llamas?

A pesar de su tono jovial y su gran sonrisa, la niña continuó sin soltar palabra, solo contempló a Lance con sus dos grandes ojos como si pudiera devorarlo con la vista.

El paladín azul se rindió rápidamente.

–No sé que más hacer – dijo Lance encogiendo los hombros.

–Quiznak, Lance.

Cansada con la falta de progreso y las pésimas habilidades de los paladines con los niños, la princesa Allura dio un paso hacia adelante y se arrodilló ante la pequeña vrochan.

–Hola, soy la princesa Allura de Altea y ellos son los paladines de Voltron –la saludó ella con una simpática sonrisa –, no vamos a hacerte daño.

Hilos de TelarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora