1.5

316 27 4
                                    


Tiempo: Temp. 1 Cap. 2 al Temp. 1 Cap. 3

–¡¿Pero por qué?!

–Lance...

–¡No es justo! ¡No lo necesito!

–Lance.

–¡Primero se congelará el infierno antes que yo...!

–¡Lance! –Shiro había tenido suficiente. Alzando la voz silenció de inmediato al joven moreno delante de él, quien aún continuaba con su dedo índice erguido para remarcar su punto.

Desde que el paladín negro se propuso mentalmente aquella petición que tenía para Lance, supo que no iba a ser sencillo... para ninguno. Pero para situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Tan solo habían conseguido formar a Voltron dos veces, lo que volvía la coordinación entre los paladines fundamental, tal vez tanto como su lazó con los leones.

–Ya hemos hablado de esto –repitió una vez más Shiro pasando su mano robótica por su frente desordenando así su flequillo –; si queremos derrotar a Zarkon, debemos ser capaces de formar y pilotear a Voltron lo mejor y lo más rápido posible.

–Sí, pero... –intentó interrumpirlo Lance antes que fuera cortado de nuevo por su líder.

–Ahora como paladines de Voltron, hay responsabilidades que superan nuestros propios deseos. Debemos estar dispuestos a hacer sacrificios.

–Sí, pero... pero –musitó el paladín azul haciendo un lindo puchero – ¡Pero es Keith!

Tal vez la última persona con la que quería contar en una misión intergaláctica para salvar el universo, incluso con el menos deseaba quedar atrapado en un espacio reducido. Para Lance, el paladín rojo era su talón de Aquiles, de la peor manera posible. Desde que se topado con aquel copetillo por primera vez en la academia Garrison, su vida se había ido a pique, y cuando éste desapareció, todo volvía a ser de color de rosa. Por desgracia para él, eso no duró mucho tiempo.

Keith era un piloto nato, tenía mejores reflejos y un instinto sagas, cosas que Lance envidiaba (admiraba secretamente, pero ni muerto admitiría). Era casi como una pesadilla para él, que Shiro (su ídolo), lo obligara en entrenar con el paladín rojo. Todavía tenía muy fresco en su memoria la última vez que había trabajado juntos en un entrenamiento y casi había muerto electrocutado.

–¡Esta bien! –gruñó frustrado alzando sus brazos en el aire, mucho antes de que Shiro pudiera argumentar algo más –. Entrenare con Keith hoy –dijo de mala gana evitado a toda costa ver la leve sonrisa que se dibujó en los labios de Shiro–. ¡Pero te aseguro que será inútil! ¡Quiznak! Para ser líder eres muy mandón –se quejó aún mirando sus tenis –. Actúas como si fueras nuestro padre.

Un leve sonrojo apareció en las mejillas de Shiro ante aquella declaración. Nervioso, tosió suavemente contra su puño.

–Cielo, no soy tan viejo ¿verdad? –dijo –. Tan solo soy unos años mayor.

–Bueno, defectivamente eres todo un "papito" –comentó Lance sin darse cuenta de lo que había dicho. Unos segundos después, su cerebro procesó con horror sus propias palabras, y espantado, se sonrojo terriblemente.

¡¿QUÉ ACABABA DE DECIR?! ¡¿QUÉ QUIZNAK LE PASABA?! ¡¿POR QUÉ DIJO ESO?!

Alarmado, sus ojos no pudieron evitar brincar al rostro de Shiro, quien también se había puesto tan rojo como un tomate y comenzó a balbucear sin sentido:

–Yo... debería... tal vez tú-ú.

–Sí, yo... debo irme... porque... ya sabes...

–C-claro, yo también... debo... por acá...

Hilos de TelarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora