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Brooklyn, Romeo y Paulo estaban en mi casa como ayer habíamos acordado. Mis hermanos estaban emocionados por conocer al argentino y viceversa. Por suerte, y hasta el momento, se están llevando bien, mientras con Brooklyn terminamos de acomodar las donas y tartas, Dybala y Romeo hablan de la carrera del futbolista.

Nos sentamos todos en la mesa y comenzamos a tomar mate, regalo de Paulo, no era mi primera vez tomando dicha infusión y se podría decir que me volví fanática.

—Arita, ¿me alcanzas la tarta de frutilla?—pidió Paulo. Asentí y le alcancé el plato.—gracias.

—¿Como te está yendo en la escuela?

—Bien, vine porqué terminé de dar los exámenes y están las vacaciones.

—¿En que año estás?

—En el último, el año que viene ya me vengo a vivir acá.

—¿Y que vas a estudiar? ¿Seguís jugando tenis?

—Medicina, quiero ser neurocirujano.—respondió Romeo—si, me encanta el tenis. ¿Cuando tenes que volver?

—En tres días—Paulo me miró. En ningún momento hablábamos de su fecha de vuelta a Italia, creí que estaría más tiempo. Ya me había acostumbrado a estar todos los días con él, que me ayude a estudiar y que me vaya a buscar a la facultad con un café.

Sabia que en algún momento este día llegaría y sería ahí donde tendremos que aclarar lo que nos pasa y lo que va a suceder con nosotros.

Después de eso, la tarde pasó normal. Jugamos al fifa y le gané, o me dejó ganar, a la joyita. Brooklyn se fue y quedamos los tres, Paulo hizo pasta; me atrevo a decir que estaba muy buena.

Al marcar las doce de la noche el chico de ojos claros ya se estaba por ir.

—Gracias por venir hoy—le dije cuando lo acompañé hasta la puerta—mis hermanos te querían conocer.

—Gracias a vos por invitarme—me abrazó—fue un placer conocerlos, creí que me intimidarían más.

Reí y negué—ellos no son así. ¿Nos vemos mañana?

—Claro que si, espérame donde siempre. Te quiero.

Me besó y después se fue con una sonrisa.

Aria Beckham [n.v]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora