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Volví a mi casa a las doce del mediodía junto con mis hermanos. Hoy nos dejaron salir más temprano que el horario normal, ya que al ser el primer día era algo así como una adaptación.

Entramos y directamente fuimos hasta la cocina para ver que almorzaríamos hoy.

—Hola, hola—Martha, nuestra cocinera de toda la vida me recibió con una sonrisa.

—Buen día, cariño. ¿Como les fue?

Me senté en la barra bebiendo una botella de agua, mientras mis hermanos comían una rodajas de naranja.

—Bien—contestó Romeo—no cambió mucho, solo tengo dos compañeros nuevos, se llaman Julieta y Paulo.

—Romeo and Juliette—lo miré con una sonrisa y se sonrojó.

—A mi también me fue bien—sonrío Cruz—es raro, pero me siento cómodo.

Cruz comenzaba su primer día como Freshman, está tan grande mi bebé.

Reí ante mis pensamientos y fui hasta la sala, donde estaba Brooklyn.

—¿Sabes en donde está mamá?

—Supongo que en las oficinas, dijo que vendría para el almuerzo.

—¿Sola?

—No aclaró.

De mi mamá se podía esperar cualquier cosa, más que nada si está en sus reuniones. Cada vez traía a alguien para almorzar.

Subí a mi habitación para dejar mi bolso de la escuela. Sabía que cuando mamá llegara me llamaría la atención por tener el uniforme de la escuela, pero mis ganas de cambiarme no existían.

Solo me saqué el blazer y lo dejé sobre la cama. Observé mi uniforme y rodé los ojos. Falda escocesa roja y azul, la cual tendría que ser por la rodilla, pero está unos dedos abajo del muslo, camisa blanca y corbata azul, la cual nunca llegaba en sus condiciones.

Volví a la planta baja y fui directamente al comedor. Mi mamá ya había llegado y claro, no venía sola.

Mi respiración se atascó, el corazón iba a mil por hora y las piernas no dejaban de temblarme.

—Aria, cariño—mi mamá besó mis mejillas y me abrazó.

—Hola mamá—sonreí levemente.

—Traje compañía para el almuerzo, espero y no te moleste.—negué. Porque era lo único que podía hacer. No me salían las palabras y solo miraba a mi mamá.

—Hola, Aria—Se acercó a mi y besó mi mejilla.

—Hola—murmuré.

Estaba muriendo de los nervios, habían pasado solo dos meses, pero los sentía como millones.

—Ya está el almuerzo listo.

Gracias por salvarme, Martha.

Aria Beckham [n.v]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora