Había estado sentada allí por un buen rato cuando de pronto se me acercarón tres chicas, muy distintas, las visualizé rápidamente.
La primera era flaca, rubia, pelo largo, unas cejas muy bien hechas y preciosa, la segunda era más bajita, no tan delgada pero tenía unos pechos enormes, su pelo largo y rizado, era color negro, y la tercera era bajita tambien, pelo más largo que las otras dos, solo que lasio, traía su celular en la mano al igual que las otras dos.
-¿Amiga como se llama?- preguntó la rubia, con una sonrisa muy amigable.
-Lia- respondí amablemente
-¿De que colegio viene? Intervino la morena de pelo rizado
-De ninguno- Sonreí evitando dar cualquier tipo de explicaciones.
Ellas lo entendieron asi que cambiaron el tema y fuimos hablando poco a poco de otras cosas, sin darme cuenta estaba metida en un vaivén de risas con mis tres nuevas conocidas, con las mismas que al cabo de un rato salí al receso, me contaron sobre ellas, me hablaron sobre el colegio, intercambiamos números telefónicos, miramos a los chicos jugar, reímos e hicimos comentarios sobre el momento de examenes que se vivía en el colegio.
Me la pasé muy bien, era como si toda la vida hubiese estado ahí, ellas me involucraron en lo suyo, formé parte de su grupo muy rápidamente, definitivamente un buen recibimiento.
Rápidamente memorizé sus nombres la rubia era Malena, la morena era Lucía y la bajita pelo lasio era Dayra.
No era un colegio grande, y lo agradecí pues de una mirada ya lo había recorrido todo.Ingresamos al aula, todos los docentes fueron amables conmigo, me dieron indicaciones, me agregaron a sus registros, me preguntaron el motivo de mi tardanza y claro me tocó dar explicaciones, que por el momento no podía decir en voz alta.
-Perdón, es mi asiento- dije con la voz un poco temblorosa. Ese era mi estilo amable y educado a no dar más.
-Lo sé, ya me voy- contestó una niña, más cortante de lo que la situación requería.
Desde ese momento supe que no nos llevaríamos bien
-Gracias
-Já, te aconsejo que te sientes más adelante, no vas a ver nada desde aqui
-Gracias
-¿No sabes decir otra palabra?
La miré fijamente y ella entendió que estaba controlando mi genio
-Si, si se deci otra: ¡permiso!
-Jajajajaja- chilló y se fue.
Me senté sobre la mesa y empezé a balancear mis pies, mientras miraba con agrado como uno de los tantos chicos ahí no dejaba de mirarme cada vez que podía, sin querer en un par de ocasiones se había chocado con mi mirada y había bajado la suya avergonzado.
Entablé una buena charla con un muchacho que se sentaba al frente de mí, fue muy amable tambien, gesto que agradecí inmensamente puesto que ya empezaba a aburrirme.
El vicerector entró y me dió el kit de libros que iba a necesitar, fue muy cortéz como todos lo eran hasta el momento, claro exepto la mujer de limpieza que me atendió la primera vez, y la molesta chica con la que había tenido el cruce de palabras hace un rato.Salí del colegio, el chico que había sido mi compañía en horas clases me acompañó hasta la parada, intercambiamos números y nos despedimos.
Ya en casa comencé a contarle a mamá sobre mi día y lo simpáticas que habían las chicas y mis ahora docentes.
Todo se arruinó cuando recordé que era una prueba, que nada era seguro, que posiblemente tendria que irme y eso me preocupo inconsientemente.
Ya estaba muy ilusionada con eso así que me dolería perder la oportunidad.
Cuando pasaron unos minutos aparecio ella, caminaba lento hacía mi.-Hola guapisima- dije sonriendo, soltando mi cartera a la vez que abría mis brazos para agarrarla
-Mamita-
La tomé en los brazos, la saludé, la besé y nos dirijimos hacía nuestro cuarto, me contó su día, habló de mil cosas, preguntó donde estaba yo durante la tarde.
La noche había caído, yo, como hábitualmente hacia lave los platos, terminé de atender a mi hija, cepille sus dientes y la hice dormir.
Y por fin me recosté con mi celular a revisar mis redes sociales después de una larga jornada. Mi casa no era muy grande, pero cada cual tenia su espacio, yo ocupaba mi cuarto junto con Itzel, mi hija.La tuve a los 16 años, fue una dura etapa de mi vida. Me liberé de una relación tóxica, de esas que traen goloes y amenazas, pude sentir lo que signigicaba el valor de vivir cuando tuve a mi hija en brazos.
Tuve miedo, las manos me temblaban, no dejaba de preguntarne que iba hacer, mientras sostenía a mi recién nacida hija, fueron dias tremendamente malos. Pero los superé, y trabajé, trabajé tanto como pude, me ezforce y luché por ese pedacito de persona que ahora es mi fuerza y motor.
No pasarón muchos minutos antes de que pudiera quedarme profundamente dormida por el cansansio acumulado en el día.
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Eterna.
Short StoryVa más allá de cualquier cosa, si la vida me pedía, mi vida misma se la daba. Con solo ver sus ojos, decidí entregarle mi vida. Si, era la nueva del salón, pero ¡joder! La estaba esperando. Fue la primera mujer ajena a mi madre, que tras sonreir pro...