Lia

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Todos esos días estuve muy nerviosa. Solo quería una respuesta rápido, estaba tan ilusionada con esta nueva etapa de mi vida, que claro, debió terminar hace un par de años pero eso no quitaba lo genial que era.

Ni un profesor me había hecho presentar, hasta que el de Literatura lo hizo.

-Escuchen a su compañera- Dijo, mirandome sonriente. Ella se va a presentar, va a decir su edad, su nombre y su propósito al estar aqui.

Todos me miraban espectantes, solo mis tres amigas junto con Ián sabían mi nombre, y estoy segura que nadie más se interesó por saberlo.

Me puse de pie y si más rodeos solté:
-Bueno chicos, soy Lia, tengo 18 años y mi finalidad al igual que la suya es graduarme. Dije muy nerviosa y me senté.

Mi maestro asintió y siguió con su clase.

Ese día los chicos presentarían obras de teatro a manera examén de la clase de deportes, todos se preparaban, tenían trajes, máscaras pinturas, y utileria para sus presentaciones, mis tres amigas estaban hermosas.

Iba a retirarme porque supuse que no tenia nada que hacer ahí, me dispuse a subir las tan hermosas graditas que desde que llegué me habían gustado.

Por instinto me detuve en la oficina de la rectora y entré.

Era pequeña, tenia dos o tres sillas y un sillón largo, al fondo estaba el escritorio y en el se encontraba la rectora: una mujer de avanzada edad pero bien presentada. Me saludó y me invitó a pasar.

-Hola, yo soy la...-murmuré un poco nerviosa.

-Hola ¿como estas? Se quien eres- me interrumpió la mujer. Ya estás dentro, todo listo, Sol logró ponerte en la nómina. Ezfuerzate mucho, suerte.

-No, no, no es cierto. ¿de verdad?- solté llevandome las manos a la boca para contener el asombro y emoción que invadían mi cuerpo en ese instante

-Claro que si- Espetó emocionado un hombre. El vicerector que había sido muy amable por cierto

La mujer se acercó y me abrazó, le correspondí con las lágrimas casi en las mejillas. El licenciado repitió el acto. Me fui y agradecí, al salir escuché sus voces al unísono: Se valiente, suerte.

Me quede parada sin saber muy bien que hacer y decidí volver al lugar donde estaban  los que serían mis nuevos compañeros legalmente. No se lo dije a nadie, hasta despues de un rato y en voz baja lo compartí con Dayra.

Visualizé sus actos, los hallé muy entretenidos, me divertí y aplaudí. Al salir igual me fui con Ián pero no le conté nada.

Ese día era el último, se venía la semana de vacaciones por haber terminado el primer quimestre, así que no los vería hasta dentro de siete días.

-Mamiiiiiiii, mamá, mamá, si me aceptarón, me quedé, mamaaaaaa, todo salió bien.-Grité entrando a mi casa.

Mi madre se alegró muchos, no era una mujer muy cariñosa y menos conmigo, teniamos nuestras diferencias pero siempre me apoyaba a su manera, pero lo hacía.

Le conté con lujo de detalles mi día y como me habían dado la noticia.

Entré a mi cuarto despació, para no asustar a mi hija y de pronto sentí unos pasito retrocediendo, mi hija se estaba escondiendo para asustarme.

-Buuu mama buu- dijo esa vocecita que me devolvía la vida aún en el peor día o el más cansado.

Me hice la asustada y salté luego corrí hacía ella, la llene de besos mientras nos acostabamos, le hice cosquillas, la abracé, jugué con ella mientras me platicaba su día.

Por las noches mi rutina era atenderla a ella exclusivamente, la preparaba para dormir y procedía a lavar los platos pues ese era el acuerdo que entre mi hermana y yo había.

Todas las vacaciones pasé poniendome al día en los cuadernos, solo me dedicaba a eso, trabajé duro con eso.

Una chica llamada Luna me ayudó mucho, pues ella me facilitó los cuadernos para poder ponerme al día. Era una de las más destacadas de la clase.

Pasarón los siete días y ahí estaba yo,  con una falda larga, una camisa por dentro y una mochila llena de cuadernos y libros, dispuesta para ir hacer eso que la sociedad hace tan importante estudiar.

Eterna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora