Me agarró fuertemente por los hombros y volvió a meterme dentro de la mansión, cerrando velozmente la puerta. Apagó la alarma y solté un suspiro de alivio, porque era verdaderamente ruidosa y molesta.
Mi respiración se apagó al ver su torso desnudo. Sus abdominales bien definidos, junto con su pecho, y sus musculosos brazos me habían dejado sin aliento. Agité mi cabeza sacando esos pensamientos de mi mente. No podía pensar de esa manera, él me tenía aquí retenida.
-¡¿Sabes?! ¡Me tienes harto! ¡Eres la mujer más insufrible que he conocido! -Exclamó furioso. Su mirada era tan dura y gritó tanto que me fallaron la piernas.
-Yo...
-¡Te dije que eres mía! ¡MIA!
-Yo no soy de nadie. -Susurré con lágrimas a punto de salir de mis ojos.
-Oh, claro que sí, muñeca. -Dijo con desprecio. Se acercó lo suficiente a mí, con esa mirada intimidante en sus ojos, como para notar su respiración en la cara. -Aceptarte como pago me ha costado una fortuna.
-No... no soy algo con lo que puedas saldar una deuda. -Le contesté envalentonada.
-Claro que sí, nena. Desde que ese mamón te secuestró lo fuiste.
-¡Vete a la mierda, Axel! -Grité echando a correr escaleras arriba para no verle. Necesitaba llorar, golpear algo... necesitaba desahogarme.
☆☆☆
Pasaron los días..., días en los que no vi a Axel Evans porque tuvo que marcharse de viaje repentinamente. Aún no sabía a qué se dedicaba exactamente, pero sabía que no era algo legal. ¿Por qué sino le debía dinero Drew?
Rose me hacía compañía por las mañanas. Limpiaba la mansión, me preparaba la comida y me daba conversación, no me sentí tan sola gracias a ella.
Pensé en escapar varias veces, pero Rose activaba la alarma en cuanto salía y, para echarle más leña al fuego, Axel me amenazó diciendo que si me marchaba me encontraría y no sería agradable para mí lo que haría conmigo. Así que atemorizada, me resistí al impulso de largarme de ahí.
Las tardes eran muy aburridas. Me las pasaba viendo la televisión o acostada en uno de los bancos que tenía en el jardín trasero, viendo el cielo e imaginado como hubiera sido mi vida si "el mamón de Drew", como Axel lo llamó, no me hubiera raptado. Me preparaba algo de cenar y volvía a la habitación. Al menos, dormía sola en una cama gigantesca.
Esa tarde decidí deambular por la mansión. No había estado en otro sitio que no fuera la sala principal, la cocina o esa habitación. Abrí las cuatro puertas a la derecha del pasillo. Resultaron ser tres habitaciones bastante grandes, pero no tan grandes como en la que yo dormía, y un gran cuarto de baño.
Subí las escaleras hasta la siguiente planta. Habían otras seis puertas, pero dos de ellas eran, con diferencia, más grandes que las demás. Intenté abrir la primera puerta grande, sin embargo estaba cerrada con llave."¿Qué escondes aquí, Axel?", pensé curiosa, pero no la forcé. Seguí mi camino hasta la siguiente puerta.
Dos habitaciones grandes y dos cuartos de baño más. Me acerqué hasta la última puerta, una de las grandes, y esta sí se abrió.
Amé lo que vi.
Una inmensísima biblioteca llena hasta arriba de libros. Las estanterías cubrían las paredes hasta tocar el techo. Una ventana en la pared frente a la puerta dejaba paso a la iluminación de toda la habitación y una moqueta de color rojo cobrizo cubría todo el suelo. Todos los libros estaban organizados por orden alfabético y pensé que Axel sería incapaz de haberlos ordenado él. Me sentí alegre, por fin podía hacer algo que no fuera ver la tele y mirar el cielo.
Leí cientos de títulos, no sabía cuál escoger para comenzar una gran aventura. De entre todos escogí uno que siempre quise leer, pero nunca tuve ocasión en el internado: Romeo y Julieta, de Shakespeare.
Me senté en el suelo, en medio de la sala, y comencé a devorar palabras. La historia me gustaba, y mucho. Llevaba medio libro cuando se hizo de noche. Estaba tan absorta imaginando los diferentes escenarios en mi cabeza que ni siquiera escuché que alguien entró en la habitación.
-Eres una entrometida, niña.
Su voz me crispó, pero no dejé que lo notase. Simulé que seguía leyendo, sin siquiera moverme.
-No eres mucho mayor que yo, "señor". -Recalqué la última palabra.
-¿No? ¿Qué edad tienes, listilla? -Preguntó observándome, notaba su mirada en mi nuca.
-¿Qué te importa? -Contesté de mala manera, siguiendo a lo mío con el libro.
Me sujetó por el brazo, haciéndome un poco de daño, y me levantó, dejando caer el libro al suelo. Me encaminó hacia atrás hasta chocar mi espalda con una de las estanterías, por suerte no fue muy brusco y eso no me lastimó. Intenté empujarle, pero agarró mis dos brazos por las muñecas con una de sus manos.
Comenzó a acariciar mi rostro con la otra, haciéndome sonrojar. Mi corazón latía con fuerza, temía que él pudiera oírlo, y mis piernas empezaron a temblar. Quería resistirme a su tacto, quería librarme de su agarre, pero no podía. Me ponía tan nerviosa que las palmas de mis manos sudaban. Su mirada viajó hasta mis ojos, mientras con un dedo acarició mis labios. Eso fue lo que me hizo dudar de qué sentía en ese momento y, nerviosa, las palabras salieron solas de mi boca.
-Vale, vale. Me llamo Alessa Brooks. Tengo veinte... veinte años. Amo comer pizza y mi color favorito es el azul. ¡Por favor, suéltame! -Exclamé, al borde del colapso emocional. Sentía que me desmayaría en pocos segundos si no me liberaba.
-Estás preciosa cuando te sonrojas. -Susurró muy cerca de mí, sin soltarme, pero ejerciendo menos presión.
Aire. Necesitaba aire. Pareció que olvidé cómo respirar correctamente, pues cada vez lo hacía más aprisa, pero sentía que me ahogaba. Cerré mis ojos fuertemente, esperando que fuera un sueño, que estuviera en la cama dormida. Quería salir de ahí. No, necesitaba salir de ahí, alejarme de él, pues sentía algo muy extraño en mi pecho y estómago.
Cuando abrí los ojos él seguía frente a mí, sin embargo ya me había soltado las muñecas y ni me enteré.
No lo pensé dos veces y salí corriendo de la biblioteca. Llegué lo más rápido que pude a la habitación y me encerré. No quería llorar como las otras veces, pero me sentí extraña, tanto, que tuve que lavar mi cara tres veces para ver si se me pasaba. Cuando conseguí estabilizar los latidos de mi corazón y mis nervios, me di una ducha de agua caliente. Pasé ahí dentro más de una hora.
Cuando salí, no tenía hambre ni ganas de verle, así que me acosté en la cama. Tapé todo mi cuerpo con la sábana, incluso la cabeza, y repasé todo lo ocurrido hacía unas horas en mi mente. Cuando lo recordaba, esa sensación extraña volvía a instalarse en mi pecho.
No sé cuando me quedé dormida, pero cuando desperté, Axel no se encontraba en la habitación.
"Ha debido madrugar", pensé estirando mi cuerpo, sin darle mucha importancia.
Cuando bajé de la cama vi algo en la mesilla que no recordaba haber visto antes allí. Lo miré bien y, cuando lo reconocí, me sorprendí.
El libro de Romeo y Julieta.
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Nada más importa (Libro #1)
Teen Fiction¡Historia ganadora en los Ficti-loveawards2020! Alessa es una chica de veinte años que una noche se escapa del internado en el que está obligada a vivir. Pero sus planes no salen como espera porque ese mismo día es secuestrada por un hombre que tien...